Las comparaciones son odiosas, ya lo se... pero me gustan.
Resulta ser que tuve un encuentro muy fuerte por estos días, y fue de manera repentina y casi drástica que me topé con unos 100 o más floggers.
Si, ese grupo de preadolescentes, adolescentes que llevan el pelo al estilo casquito de Playmóvil, usan pantalones "chupinos" de colores estridentes y zapatillas estilo botitas Nike de colores llamativos.
La cuestión es que después de ese encuentro algo me quedó dando vueltas en la cabeza, y no era el pelo, era el análisis de este nuevo grupo social.
Y en afán de analizar fue que di con otro grupo al que arbitrariamente comparé con los floggers: las palomas. Si, esas inofensivas aves (o no tanto, ya veremos) que deambulan por plazas, parques, estaciones de trenes, micros, cornisas, y todo tipo de edificios, porque mi caso apunta más que nada a las palomas de ciudad y su comparación con los floggers, claros ejemplares de ciudad.
A saber:
Los floggers se peinan todos igual - Las palomas son todas grises.
Los floggers se juntan de a montones - Las palomas también.
Los floggers parece que comen poco - Las palomas comen miguitas de pan.
Los floggers se invaden cualquier lugar - Las palomas también.
Se desconoce el idioma de los floggers - El de las palomas también (aunque se entiende más).
Es casi imposible distinguir el sexo de un flogger - Con las palomas pasa lo mismo (salvo por el palomo de Los Autos Locos).
Los floggers viven para sacarse fotos y subirlas a la red - Las palomas suben (al cielo, obvio) y les sacan fotos.
Un grupo de 5 floggers es improductivo - Un grupo de 5 palomas también.
Mucha caca de floggers puede traer mucho olor - Mucha caca de paloma puede traer enfermedades.
Los floggers parecen torpes al caminar - Las palomas también.
No se sabe cuando termina la etapa de ser flogger - Se sabe cuando termina la vida de una paloma (después de un gomerazo).
No se sabe a donde van los floggers - Tampoco se sabe a donde vuelan las palomas.
Los floggers son un símbolo de... de... - Las palomas son símbolo de paz.
Los floggers se mueven en grupos - Las palomas también.
Y las comparaciones podrían seguir, pero bueno, es un principio para tratar de entender, catalogar o descifrar a esta nueva tribu que nos invade con su frases semi-incongruentes, tomando gaseosas y uniformandose bajo los designios de algún "semidios floggero" que se le cante llevar el pelo y la ropa de tal o cual manera.
En síntesis: medio torpes, medio inertes, medio asexuados, medio adolescentes, los floggers van transitando esta época y amontonándose como gallinas en desgracia, y aparentemente son inofensivos.
Termino con una última pregunta: ¿Cómo votará un flogger?
PD: Joven argentino, si tienes entre 12 y 18 años y sientes ganas de sacarte una mísera fotito digital... ten cuidado, puedes caer en un trampa mortal.
Y como decía una marca de cerveza: "No te unas a la manada", salud!
lunes, 29 de septiembre de 2008
lunes, 22 de septiembre de 2008
La verdad sobre... El Flautista de Hamelin
Como siempre suenan en mi cabeza historias de mi infancia, esta vez sonó y valga la redundancia un cuento sobre la base de un músico que se gana la vida de una manera particular; esta es la verdad sobre... El Flautista de Hamelín.
Resulta ser que Omar Monte Moreno había nacido con una habilidad natural para la música, era hábil para no aprender a tocar nada, por más que lo intentara en reiteradas oportunidades y con varias obras de grandes compositores.
Pero no le atinaba ni al "Arroz con leche" con las palmas, pero no le aflojaba y después de probar con varios instrumentos dio con la flauta, elemento musical inofensivo si los hay pero que en manos de Omar se tornaba maléfico, casi oscuro y aterrador y hasta pudo convertirse en su final, porque más de uno quiso apuñalarlo en defensa propia.
Un día practicando en un campo a la sombra de un hermoso ombú, descubrió su particular habilidad. Arrancó tocando una versión de Para Elisa con su flauta pero como no le gustaba decidió que era tiempo de improvisar. Y así lo hizo.
Aclaro no sabía escribir en pentagrama, por lo que no escribió, sólo tocó.
A la tercera nota cayó muerta una cotorra; a la quinta nota, un jilguero se desplomó de una rama del ombú; ya cuando encaró a la décima nota vio como las hormigas que venía en fila muy prolijas con su carga de hojas, huían despavoridas en cualquier dirección. Eso le llamó la atención. Eso y su madre que lo llamaba a comer.
Fue a comer.
Volvió después de almorzar al ombú y se tiró a dormir una siesta. Dormitó un rato y cuando despertó arrancó con la flauta, pero esta vez focalizó sobre un grupo de escarabajos, los cuales al no poder huir corriendo del sonido infernal, empezaron a atacarse mutuamente envueltos en ira. Hasta algunos se animaron a encararlo a Omar, pero terminaron bajo la suela de su zapato.
Ya lo sabía, tenía el poder de, con su música (por llamarla de alguna manera), inducir, ahuyentar, repeler, herir y hasta aniquiliar animales pequeños.
Primero se asustó y pensó en tirar la flauta, pero luego pensó en sacarle sus frutos a esa nueva habilidad y decidió de común acuerdo con su familia, alejarse de ellos... bien lejos.
Así que Omar Monte Moreno armó un bolsito con sus pertenencias, se puso un saco viejo al cual le había bordado sus iniciales: OMM, y partió en busca de su destino.
Tres cuadras hizo (un destino corto) y escuchó que de una casa vecina venían gritos de: Matala!! Matala!! Que no suba!! Dale que se esconde!! y después un: Boludo, se escapó la cucaracha!
Sin más se acercó a la puerta y tocó timbre, se acomodó los pelos y el saco antes de que saliera la dueña de casa.
-Buenos días señora, permítame presentarme, soy Omar Mon...
-Si si (le interrumpió la vecina), el boludo que toca no se que cosa y quiere ser músico. Qué querés, que tengo un lío en casa que ni te cuento.
Pobre Omar, se enteraba de golpe de su fama (mala). Pero eso no amilanó a nuestro muchacho que vio retemplado su espíritu y le dijo a su vecina que la había escuchado gritar y podía ayudarla con su problema. La vecina lo escuchó y después de pensarlo unos minutos lo dejó pasar.
De no creer la cara de la señora al ver sacar su flauta a Omar y comenzar a tocar una terrible medolía (melodía) y ver como las cucarachas salían de sus escondites y morían; algunas se arrojaban al agua del inodoro, otras iban derecho a los cebos por meses esquivados y deboraban ese mortal veneno. Otras se golpeaban entre si como lo habían hecho los escarabajos bajo el ombú.
Unas buscaban refugio en el fuego de alguna hornalla prendida y se quemaban "a lo bonzo", otras preferían las ruedas de algún automóvil que pasara.
Sólo unas pocas se salvaron, aquellas que eran sordas, pero al salir a ver que pasaba con sus congéneres terminaban estroladas bajo la suela de la chancleta de la señora.
Fueron 4 minutos, 35 segundos de "eso". Luego la paz. La flauta guardada. Las cucarachas muertas.
Esa fue el primer exterminio de Omar, el puntapié inicial en una carrera meteórica que lo llevó por todo el pueblo eliminando todo bicho que molestara en los hogares.
La vecina contenta le pagó a Omar por su trabajo y lo despidió prometiendo que hablaría de su hazaña con las cucarachas. Pero no se percató de que su cabellera había terminado más corta porque durante la música se le había caído el pelo de la nuca y su jilguero nunca volvió a cantar.
PD: la ilustración esta vez es obra mía. Saludos, Zalo.
Resulta ser que Omar Monte Moreno había nacido con una habilidad natural para la música, era hábil para no aprender a tocar nada, por más que lo intentara en reiteradas oportunidades y con varias obras de grandes compositores.
Pero no le atinaba ni al "Arroz con leche" con las palmas, pero no le aflojaba y después de probar con varios instrumentos dio con la flauta, elemento musical inofensivo si los hay pero que en manos de Omar se tornaba maléfico, casi oscuro y aterrador y hasta pudo convertirse en su final, porque más de uno quiso apuñalarlo en defensa propia.
Un día practicando en un campo a la sombra de un hermoso ombú, descubrió su particular habilidad. Arrancó tocando una versión de Para Elisa con su flauta pero como no le gustaba decidió que era tiempo de improvisar. Y así lo hizo.
Aclaro no sabía escribir en pentagrama, por lo que no escribió, sólo tocó.
A la tercera nota cayó muerta una cotorra; a la quinta nota, un jilguero se desplomó de una rama del ombú; ya cuando encaró a la décima nota vio como las hormigas que venía en fila muy prolijas con su carga de hojas, huían despavoridas en cualquier dirección. Eso le llamó la atención. Eso y su madre que lo llamaba a comer.
Fue a comer.
Volvió después de almorzar al ombú y se tiró a dormir una siesta. Dormitó un rato y cuando despertó arrancó con la flauta, pero esta vez focalizó sobre un grupo de escarabajos, los cuales al no poder huir corriendo del sonido infernal, empezaron a atacarse mutuamente envueltos en ira. Hasta algunos se animaron a encararlo a Omar, pero terminaron bajo la suela de su zapato.
Ya lo sabía, tenía el poder de, con su música (por llamarla de alguna manera), inducir, ahuyentar, repeler, herir y hasta aniquiliar animales pequeños.
Primero se asustó y pensó en tirar la flauta, pero luego pensó en sacarle sus frutos a esa nueva habilidad y decidió de común acuerdo con su familia, alejarse de ellos... bien lejos.
Así que Omar Monte Moreno armó un bolsito con sus pertenencias, se puso un saco viejo al cual le había bordado sus iniciales: OMM, y partió en busca de su destino.
Tres cuadras hizo (un destino corto) y escuchó que de una casa vecina venían gritos de: Matala!! Matala!! Que no suba!! Dale que se esconde!! y después un: Boludo, se escapó la cucaracha!
Sin más se acercó a la puerta y tocó timbre, se acomodó los pelos y el saco antes de que saliera la dueña de casa.
-Buenos días señora, permítame presentarme, soy Omar Mon...
-Si si (le interrumpió la vecina), el boludo que toca no se que cosa y quiere ser músico. Qué querés, que tengo un lío en casa que ni te cuento.
Pobre Omar, se enteraba de golpe de su fama (mala). Pero eso no amilanó a nuestro muchacho que vio retemplado su espíritu y le dijo a su vecina que la había escuchado gritar y podía ayudarla con su problema. La vecina lo escuchó y después de pensarlo unos minutos lo dejó pasar.
De no creer la cara de la señora al ver sacar su flauta a Omar y comenzar a tocar una terrible medolía (melodía) y ver como las cucarachas salían de sus escondites y morían; algunas se arrojaban al agua del inodoro, otras iban derecho a los cebos por meses esquivados y deboraban ese mortal veneno. Otras se golpeaban entre si como lo habían hecho los escarabajos bajo el ombú.
Unas buscaban refugio en el fuego de alguna hornalla prendida y se quemaban "a lo bonzo", otras preferían las ruedas de algún automóvil que pasara.
Sólo unas pocas se salvaron, aquellas que eran sordas, pero al salir a ver que pasaba con sus congéneres terminaban estroladas bajo la suela de la chancleta de la señora.
Fueron 4 minutos, 35 segundos de "eso". Luego la paz. La flauta guardada. Las cucarachas muertas.
Esa fue el primer exterminio de Omar, el puntapié inicial en una carrera meteórica que lo llevó por todo el pueblo eliminando todo bicho que molestara en los hogares.
La vecina contenta le pagó a Omar por su trabajo y lo despidió prometiendo que hablaría de su hazaña con las cucarachas. Pero no se percató de que su cabellera había terminado más corta porque durante la música se le había caído el pelo de la nuca y su jilguero nunca volvió a cantar.
PD: la ilustración esta vez es obra mía. Saludos, Zalo.
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