lunes, 12 de mayo de 2008

Haciendo la cola...

Mientras hacía un intento de almuerzo con sabor a nada, debido a un estado gripal que anulaba mi sentido del gusto, pensé en el hecho de "hacer la cola" o "hacer cola". Esa misión cuasi divina del humano común.
Y así como pasa desapercibida para muchos, yo me detuve para analizar el intrincado mundo de "hacer la cola". Y es que para este arte hay muchas variantes, así como también distintos tipos de colas.
Las colas largas, cortas, medianas, las colas gubernamentales, administrativas, deportivas, comerciales, de esparcimiento. Y veamos aquí que la cola es un elemento que se retroalimenta, como un siempiés infinito, porque uno al fin y al cabo es como que no la "hace", la "transita". Uno pasa a ser un eslabón en la cadena de alimentación de la cola. La cola se nutre de uno.
Y la cola es un mundo, o varios. Es como el mágico mundo de Disney, pero sin Disney. Se puede encontrar todo tipo de personajes (de acuerdo con la cola que uno haga).
En la cola del supermercado se pueden llegar a vivir momentos de más tensión que en 'Rescantando al soldado Ryan', porque si uno está con el tiempo justo la cola se retrasa, eso es indefectible. No falta que uno esté con una caja de fósforos, un pan de manteca, y dos sobres de jugo en polvo, para que adelante se encuentre la encargada del comedor de niños más cercano haciendo la compra para todo el mes.
Y también nos encontramos con esa gente que a pesar de ver el cartel de que por esa cola transitan los que tienen "hasta 10 productos", llenan el chango hasta arriba. Su frase: "Hay, no me di cuenta".
O la vecina indignada con el supermercado en cuestión por el tema de la suba de precios y alguna otra cosa, y uno termina siendo el confidente de un pasado oscuro de una extraña. O enterándose de que en el 'chino' de la otra cuadra la yerba está 35 centavos más barata. O siendo testigo y cómplice de una proclama a viva voz de un señor indignado con toda la cadena del 'super'.
Otra tema son los carros, que dejan de cumplir su función para ser un mini transporte escolar y al momento de meterlos en la cola la cosa se complica. Porque los crios en cuestión tocan, tiran, lloran, patalean, berrinchan, se pelean con los hermanos que quedaron abajo, abren los productos y terminan comiéndose el postrecito antes de que la madre lo pague en caja.
Pero no solo es la gente que alimenta a la cola la que puede generar un retraso. Están las cajeras. Esas niñas dulces, con cara de almanque mes de abril, que te dicen gentilmente: Por esta caja no podés pagar con tarjeta porque se cayó el sistema; mientras vos analizás si huir con el chango lleno o sacarlo marcha atrás molestando a toda la cola y siendo el centro de atención de todo el 'super', para luego esperar otros 40 minutos para poder pagar.
Pero, pese a todo, este tipo de colas no llegan a ser tan 'heavys' como las colas deportivas.
Ahí si que hay que tenerle respeto a la cola, es más, debe ser una de las que más se respeta. Porque son más grandes, más activas y cualquier elemento fuera de lugar puede generar una avalancha digna del Cerro Catedral. Si en la cola deportiva se protesta, protestamos todos porque es una cuestión social y que queda bien. La cola deportiva generalmente no piensa en que los turros de los organizadores habilitaron 3 ventanillas para 10 mil personas, directamente arremete contra los humildes vendedores de entradas.
Y ni hablar, ni susurrar, ni pensar en 'colarse', porque la cola deportiva 'no es lugar para los débiles'. Y si estás pensando en quitarte la vida o al menos atentar contra ella, andate sobre la hora del espectáculo deportivo que quieras y 'colate'. Terminarás como Roberto Carlos, pero con un millón de enemigos.
Pero si estás pensando en irte al Tíbet para hacerte buda o meterte en un monasterio y pagar tus pecados, tenés algo más cerca. Alistate en cualquier cola administrativa gubernamental o privada y vas a sentir en carne propia el arrepentimiento. Vas a sentir, dolor (de pies), desesperanza, rabia, indignación, esperanza, ira, cansancio, felicidad. Todos esos sentimientos juntos y desordenados. Porque la cola administrativa es como 'La Historia Sin Fin', nunca sabrás cuando vas a terminar, porque hay que dedicarle varios días, semanas, meses y hasta años. Yo recomiendo llevar víveres en algunos casos y una brújula, porque algunas están emparentadas con 'el Impenetrable'.
Bueno, los dejo que tengo que hacer la cola y se me hizo tarde.

jueves, 8 de mayo de 2008

Missing "mochil"

Un día normal parecía, o asomaba a ser así. El día antes había ido a imprimir unas cosas para un laburo, y hoy iba a llevar las impresiones para terminar de darle forma al trabajo y entregarlo.
Hasta ahí normal.
La cuestión es que tenía que tomar un colectivo que me transportaría hacia mi destino, y como es una terrible costumbre en mí, se me hacía tarde.
Pero ante la tardanza no me dejo impacientar, al contrario, me apaciguo como un chaparrón de verano que aplaca el calor. La cosa es que tenía todo listo, las impresiones y la mochila con las cosas necesarias y obviamente las innecesarias (con las cuales uno no sale ni a una cuadra). Cargué todo, agarré todo. Bueno, casi todo, porque en cuanto no había hecho ni dos cuadras me acordé que como es otra costumbre, me olvidaba algo que ya olvidé que era y que necesitaba para terminar el trabajo.
Casi volando entre hojas otoñales como un pequeño saltamontes moderno, regresé y agarré "eso" que me había olvidado. Otra vez, bajar, esperar el ascensor, cerrar con llave y caminar unas cuadras a la parada del colectivo. Más tarde se hacía.
Ya a paso de "marcha", llegué a la parada, medio acalorado y tratando de sacar las monedas justas para el boleto, y como venía de un envión en las últimas cuadras, ni bien estuve en la parada me saqué la mochila (o eso creí) y me puse las hojas grandes impresas entre las piernas mientras contaba las monedas y reponía el aire.
Llega el colectivo. Subo. Saco boleto. Me siento. Ay...! (estoy copiando a alguien, ya lo sé).
Resulta que siento que la mochila (roja) no estaba conmigo. Ay, ay, ay!!
Lo reconozco, casi entré en pánico, pero bajé lo más rápido que pude, no sin antes pensar en tirarme por la ventanilla. Volví corriendo a la parada y veo a una señora, a un pibe, pero no a ella. Mi mochila no estaba. Haciendo un giro de 360º con mi cabeza y mirando al cielo en busca de una respuesta, casi me faltó gritar: Porque!!!
Agarro mi celular y llamo a mi socia (mi ex) y tratando de mantener la calma le cuento lo sucedido. Ella con su calma habitual y conociéndome un poco, me dice: No te la habrás olvidado?
Me enfurecí como toro con trapo rojo y lo más energicamente que pude lo negé (tres veces). Luego me dijo que me tranquilizara y que tenía cerca una comisaría.
Así que allá fui, otra vez a paso de marcha y cada vez más transpirado e intranquilo. Repensando lo que llevaba en la mochila: mi vida.
Llegué a la comisaría para hacer la denuncia de... de qué? No sabía como catalogarlo, si robo o extravío, o extrarobo, o algo por el estilo. Con seguridad pensé robo, porque me la había sacado cuando llegué a la parada y todo eso.
Me tuvieron casi media hora esperando para hacer la denuncia (un sábado a la tarde era), y cuando por fin se desocupa un oficial, resulta que no podía porque no se que carajo tenía que hacer. Sin enloquecer y empezar a las puteadas fui tras otro "efectivo" que me guió un piso arriba donde me tomarían la denuncia.
Y que pasó, la chica que me tenía que tomar la denuncia... no sabía hacerlo porque esa no era su tarea. De Guatemala a "Guatepeor". Pero voluntad no le faltaba, así que estuve otra media hora o más contando y recontando las cosas que tenía en la mochila (obvié los preservativos creo). Creo que hice la lista unas 34 veces en mi mente: la billetera con la plata que me quedaba, la cámara digital, el cargador, las pilas, un chicle viejo, una manteca de cacao (que tenía desde el viaje a Bariloche), ganchitos, lapiceras varias, lápices negros, una goma de borrar, agenda, papeles varios con anotaciones, direcciones y teléfonos varios. Y cada vez que creía terminar la chica me preguntaba: Eso es todo? Y arrancaba otra vez, parecía que iba en círculos como un perro persiguiéndose la cola.
Harto estaba, con calor, cansado, todavía intranquilo y preocupado por la pérdida, hasta que al final escuché el click final de la máquina de escribir y el shrrrik, shrrrik, shrrrik al sacar la hoja. Había terminado, había hecho la denuncia por robo de mi mochila roja y me fui caminando a casa otra vez, con las impresiones en la mano, mi cabeza por las nubes y mi alma hecha pedazos.
No podía ser, no le encontraba respuesta, y cuando uno se desespera por encontrarla más cuesta en aparecer; esa es una realidad indiscutible.
Esta vez caminé más pausado, porque lo que había pasado ya había pasado y no lo podía volver atrás, ya la mochila no estaba y tenía una mezcla de furia, tristeza, amargura, soledad, rabia y cualquier otro sentimiento por el estilo.
Casi sin ganas llegué al departamento. Otra vez esperar el ascensor, subir. Llegó el ascensor, llegué al séptimo, el último, mi piso y abrí la puerta y busqué la llave para abrir.
Y ahí la vi, casi como una aparición, un espejismo en el desierto, con sus manchas particulares, media rota en algunas partes. Tirada sobre la mesa como una mujer que espera ser retratada por un pintor, estaba la mochila.
Por verguenza llamé a la comisaría para avisar que había recuperado los documentos. Luego de eso me tomé unos días de descanso.

viernes, 2 de mayo de 2008

Bendita moda

No se quién fue ni a quién se le ocurrió, pero lo impusieron como a tantas otras cosas. El pantalón "chupino", "chupín" o como se digne a nombrarlo la vendedora de turno.
El tema es que me puse a pensar en el inventor de dicho corte de pantalón femenino, y llegué a la conclusión de que debe ser una mala persona, alguien jodido.
Y sin ofender a ninguna ninfa que se le anime a dicha prenda, les digo una gran verdad: en el 90% de los casos queda como el traste, y por culpa de como lo hace lucir a este último.
Resulta que no realza los dotes femeninos, los tira por tierra, o más vale les tira tierra porque a aquella que intenta mediante la postura u otro ardid mostrar con dignidad su parte posterior, se calza un "chupino" y zás!... no está más, se lo jugó la truco y fue al retruco con un 4 de copas.
O a veces pasa que no alcanzan a llenarlo, y se aprecia una serie de pliegues que asemejan que llevan un pañal o algo por el estilo. Nada menos erótico.
Pero así y todo, los misterios insondables de la psiquis femenina hacen que éstas usen cualquier cosa que vean por ahí, sin importar o reparar en su propio cuerpo o en un mísero espejo que les devuelva la realidad.
Porque si se usa queda lindo. Y no señores, nada más alejado de la realidad. Si se usa, andá con cuidado porque te podés llevar más de un desegaño.
Las que tienen piernas flacas, con el "chupino" quedan cuasi como un tero o algún otro animalito zancudo. Aquella que es corta de estatura, hasta parece más corta todavía y uno a veces suele buscar en los pies la crema de la torta de donde salió.
Y no hablemos de tener diferentes tipos de arqueamientos en las miembros inferiores, porque el "chupino" nos da una radiografía de la posición de las piernas.
Así que amigas de la moda a toda costa, a pensarlo antes de entrarle a ese "chupino" hermoso que vieron el otro día con una amiga que nos dijo: Pero mirá que lindo que está!! Porque está lindo ahí, puesto en el maniquí de la vidriera, y por ahí en una de esas a vos no te va.
Y una sincera reflexión: no insistan, no insistan, porque ni el cambio de tela, o la textura, o el color van a cambiar a ese bendito pantalón. A pensar antes de comprarlo y a probárselo antes con alguien de confianza que les haga ver la realidad.

calle 7