miércoles, 21 de octubre de 2009
Un toque de distinción
Hay un tema que dice: "fue sin querer, es caprichoso el azar, no te busqué ni me viniste a buscar..."
Y así fue nomás, porque el zapping es una acción azarosa digamos, porque uno no sabe donde puede llegar a caer. Es así que fui a dar una tarde de domingo, después del almuerzo, con un programa de esa señal de cable para la mujer: "Utilísima".
No voy a analizar el programa en sí, porque ya mi mente desechó ese recuerdo vano, pero si algo quedó grabado fue lo que vi.
Aterrador, inexplicable y casi sobrenatural para algunos, sencillamente sin sentido para otros. Sin palabras (bueno, eso quiero hacer, pasar a palabras lo que vi). Acá va el intento. Preparen sus mentes.
Para aclarar y ponerlos en contexto, el programa mostraba pautas para la creación de diferentes complementos del vestir fémino o algo así; traducido sería un programa para hacer chucherías y demás elementos que terminan abandonados casi sin llegar a ser usados.
Lo primero que me impresionó fue el tono neutro que la globalización televisiva intenta meternos a la fuerza. No sabía si era una repetidora de la CNN o Utilísima lo que oía.
La presentadora forzando su neutralidad fonética, dio paso a otra chica claramente venezolana o fue lo que creí en un primer momento. Porque al rato de escucharla ya no sabía si era venezolana o Austro-paraguaya, rio-catamarqueña, o alguna conjunción de razas emigradas de otro continente lejano.
Nuestra chica, se ve que no la tenía demasiado claro con el ritmo televisivo. Nos iba a enseñar a realizar una simpática "carterita multipropósito" para la mujer actual. El detalle: estaba realizada integramente de mostacillas (pelotitas de plástico de colores diversos).
A primera vista no parecía demasiado complicado, pero al momento de intentar explicar los primeros pasos, ocurrió lo que siempre pasa (este es un caso modelo), primero nos muestran lo que vamos a aprender a hacer y después nos saltean los pasos previos.
Inicialmente se armaba una bolsa de tela que iba por dentro. Eso fue un pantallazo de un rectángulo de tela blanca que duró menos de 5 segundos. Y luego nuestra amiga imitando al pulpo "Manotas", iba bajando y subiendo los brazos y sacaba cosas de abajo de la mesa de trabajo.
A medida que el proceso de construcion avanzaba se complicaba la mano; nuestra anfitriona tartamudeaba, y terminaba la frase con un sencillo: "así les queda como vemos..." El problema es que cuando uno intentaba retener la imagen ya ésta desaparecía y pasábamos a otro paso.
Me parecía estar viendo al gran René Lavand realizando alguno de sus maravillos trucos.
Fueron le calculo unos 15 pasos para llegar a armar todo y cada uno se complejizaba un poco más todavía y no se si era rapidez de manos o de cámara o cambio de cosas arriba de la mesa.
La cuestión es que después de armar 3 filas de mostacillas transparentes, teníamos el cuerpo de la carterita terminado, y así teníamos que pasar al otro lado (el lado oscuro de la fuerza).
La manija se realizaba con idéntica técnica y, al igual que con los laterales, apenas se alcanzó a ver tres pasos para tratar de amontonar mostacillas medio apretujadas y trenzadas de una forma tal que hasta el más experto Boy Scout envidiaría.
Yo todavía no comprendía los primeros pasos y ya habíamos llegado a la resolución. Fantástico. La presentadora reapareció en cámara maravillada con la carterita, que, según ella, podía ser el complemento ideal para una salida nocturna llena de glamour.
Era un carterita diminuta de mostacillas, sin más. Pero el ser humano a veces se maravilla con la sola contemplación, en este caso de una carterita.
No intenté comprender esa escena, pero si saqué algunas conclusiones que acá van:
Primero: como todos los "paso a paso" siempre esconden algo y en este caso fueron varios los pasos escondidos.
Segundo: calculé por el tamaño de la carterita, que aunque chica, llevaría algo así como 2.568 mostacillas. Saquen ustedes el tiempo de hilvanar una a una y no pifiarle.
Tercero: Sumando el costo de las mostacillas, la tela, el nylon para hilvanar el tejido de mostacillas, el cierre y demás, la carterita la podemos conseguir mucho más barata y con muchísimo menos tiempo en un Onda Shop.
Cuarto: Pero quien te quita el ardor de los ojos fijados en las mostacillas, el acalambramiento de los dedos para hilvanar y el orgullo de lucir una prenda propia?
Quinto: Este programa de manualidades quebró la regla dorada de que en televisión el tiempo es tirano; más bien es muy benévolo en este caso particular.
jueves, 30 de julio de 2009
Oda a la amistá
Acá estamos una fecha cualquiera, un día cualquiera, un mes cualquiera o un año cualquiera y nos ponemos a pensar en ellos; ésos que están más cerca o más lejos, más o menos comunicados, más o menos locos, que son más o menos habladores, más o menos fiesteros, más o menos mentirosos y así podríamos enumerar un sinfín de posibilidades. Porque nuestros amigos son un poco así, un poco más o menos de cada cosa. Esta es mi ODA a la amistad.
Son ellos los mejores (según ellos)
que el mundo alberga (porque el mundo no tiene más remedio)
y nos ofrecen su bondad (por plata seguramente)
para calmarnos (mediante el alcohol)
Se mantienen firmes a nuestro lado (si estamos de suerte en el casino)
y por nada nos abandonan (si seguimos de racha)
porque nos ayudan a progresar (a seguir apostando)
ante las adversidades de la vida (la vida de ellos)
Acuden a nuestro llamado (si no tienen otra cosa que hacer)
y dejan toda cosa que estén haciendo (nada)
en pos de nuestra causa (y en defensa de la de ellos)
como soldados de la misma (como mercenarios de la causa)
Siempre nos hacen reir (a costa nuestra)
y cualquier ocasión es buena para festejar (en nuestra casa)
con grandes banquetes (a los que acuden con las manos vacías)
y lujosos encuentros (que pagamos nosotros)
Son así los que elegimos como amigos (ellos nos eligieron a nosotros)
y con los cuales forjamos una relación fuerte (si no se aburren)
con lazos inquebrantables (si tenemos auto)
que durarán para toda la vida (la vida del auto)
lunes, 6 de abril de 2009
Días de novela
Todo comenzó hace un tiempo.
Resulta ser que...
Digamos que uno planea vacaciones. Para qué?... para no trabajar. Exacto, para no trabajar.
Pero, y pese a todos los esfuerzos que uno haga, a veces, sólo a veces, suceden ciertas cosas que no podemos dejar pasar.
Esta es una de ellas.
Mi cuerpo torneado por la vida* se encontraba en posición cuasi horizontal y con una fina capa aceitosa de una sustancia protectora de los rayos solares, tratando de absorber la mayor cantidad de estos (taba tomando sol), cuando redepente ese aparato nefasto, inventado por un ser superior y maléfico, engendrado de las entrañas mismas del infierno laboral, emitió ese sonido que llega a traspasar los límites de lo inconmensurable y taladrarnos los tímpanos para apartarnos de nuestra realidad vacacional. Me llamaron por teléfono.
Muchas eran las posibilidades del llamado, pero no se me ocurrió encontrarme con aquella voz suave y delicada, esa fragancia sonora... veraniega, agobiante, interminable, rápida y casi sin pausas, con ese dejo de duda interminable pero a la vez resuelta a más no poder (ustedes lo verán como una contradicción, pero yo lo veo como lo que es), la voz de Celina.
La voz que menos pensaba escuchar, no porque no quisiera, sino porque menos esperaba escucharla en verano, cerca del mediodía, en mis vacaciones, y para una propuesta laboral.
Pero ahí estaba con el celular a la oreja, tratando de no llenarlo con mi protector solar y escuchando atentamente (bueno, casi... estaba de vacaciones).
El tema era sencillo a simple vista, una editorial que se formaba y un primer libro que necesitaba ser diagramado y armado, y yo que tengo el sí fácil y más para los amigos, ahí sin más acepté el trabajo y en mandar un presupuesto. Pero la conversación no terminó; había que agregarle algún tema con una foto al autor y ver algo para ilustrar la tapa, a modo de asesoramiento (al principio). También dije que si. Un error?
Pasaron mis vacaciones, retorné a mi dulce morada y me puse a analizar el primer envío del material para armar la novela. Hasta ahí ustedes dirán algo normal y corriente, y concuerdo en eso, pero hay un pequeño detalle; y es que detrás de este libro estaba la mente de Celina (con el apoyo de una socia, que hasta llegué a pensar como un personaje fabulado por la misma Celina para sustentar sus delirios editorialísticos, pero luego caí en que era de carne y hueso).
Mi mente pensaba: armo la novela, veo algo para la tapa, les doy una mano, listo. No. Fue casi un mes, el inicio de mi relación con la nueva editorial. Lo que imaginé como un idilio de verano, no fue sólo eso, sino algo más que me hizo transitar algunas veces por una calle larga, empedrada cuesta arriba y sobre una bicicleta media carrera desinflada.
Pero vamos! que mi paciencia es como una buena yerba para matear... aguantadora.
Y pasaron los mates, los tés, las aguas, las galletitas y demás, porque no sólo acusé recibo del armado interior, sino que me ofrecí a ver si salía algo para la tapa (a veces me pregunto porque tengo el sí tan fácil... no me respondan) y para sacarle unas fotitos al autor.
Digamos que me sentí como jugando al abaro, o diez mil, como lo conozcan. Ese que tenés que tirar el dado e ir sumando y si sacás el as perdés todo?, ese, pero sin poder parar. Las veces que salió el as ya no las recuerdo. Mejor.
La tapa costó varias fotos, varias bolsas, varias botas, varios dibujos, varios colores. La tapa varió. Y porque varió se preguntarán ustedes? No sé, puede llegar a ser la psiquis femenina? El constante estado de duda? La búsqueda del más allá? La quinta pata al gato? Hasta pensé en escribir otro texto para este blog que se titule: La yica y sus orígenes. Fue descartado.
Cuestión que entre yicas, botas, árboles, arbustos, cartas, tejidos, texturas, fotomontajes y demás, escuché la voz de Celi. Y si dibujamos algo? Tipo un ñandubay...
Han cantado bingo en la sala. Bueno, hicimos a un lado la ininterminable corrección de correcciones y me puse a la tarea de tratar de encausar las ideas que desbordaban a mi pequeña editora, y luego de un rato de mates, borrones, lápices y fibras salió eso que buscaban, una abstracción de un ñandubay, pero que tuviera colores que contrastaran para darle impacto a la tapa viste...
El original estaba, pero había que digitalizarlo (pasarlo a la compu); y así lo hice. Y aquí me detengo un momento para aclararles una cuestión, que es que Celi, en su afán de adquirir conocimientos (y socavar mi bendita paciencia), pregunta todo... o casi.
Así que recordando mi pasado como ayudante de facultad, fui gestando un tutorial en primera persona explicando los pasos que seguía para que (magicamente) el dibujo del papel se plasmara en pantalla y así pudiera enviárselo a Plumita (Mercedes) que estaba en Mar del Plata gestando el diseño de colección.
Al llegar al Photoshop el camino se volvió tortuoso, casi me sentía Frodo llevando pesado el anillo, o Atreyu tratando de salvar Fantasía. Pero vamos, que Frodo tiró al anillo y Atreyu salvó a Fantasía de la Nada, y yo también logré después de varias idas y venidas darle forma y color a eso que algunos catalogarán como mancha o dibujo, pero que es el ñandubay que buscaban en Azul Pluma.
La tapa estaba. Faltaba el interior. Las correcciones... que fueron muchas.
Se corrigió todo, primero las faltas, después los párrafos que terminaban sueltos, la marginación, el tamaño de caja, el cuerpo de la tipografía, el tamaño del paginado, Las correcciones fueron (o yo lo sentí así) interminables casi, y casi siempre con ese velo de duda que todo lo cubre y esas preguntas que te ponen entre la espada y la pared: Es un doble espacio eso? Ahí queda una viuda? Queda una sola línea al inicio de página? El inicio del capítulo queda en la impar? Te molesta si fumo? Y si me siento arriba de la mesa? Y porque la gallinita dijo eureka?
Terminamos. Bueno, eso creía yo, porque después de mandar varios archivos a varias direcciones de correo hubo una corrección más, que fue por teléfono. Se imaginan corregir una novela por teléfono? Si, así como se imaginan, como tratando de descubrir un tesoro sin mapa; cómo tratando de convencer a una telemarketer de que no queremos esa promoción y necesitamos otra. Como tratando de envolver un triciclo o de remontar un barrilete en un sótano.
Pero como me dijeron una vez... lo que cuesta vale.
Y siempre estoy reafirmado ese dicho, porque esta novela costó, pero salió, con sus complicaciones de tiempo y con las leyes de Murphy aplicables a todo proyecto. Y ahí la tienen, sin ningún error.
Así pasaron mis días con Celina, mis días de novela... que creo no serán los últimos.
*Frase acuñada por mi hermana del alma Majo.
Resulta ser que...
Digamos que uno planea vacaciones. Para qué?... para no trabajar. Exacto, para no trabajar.
Pero, y pese a todos los esfuerzos que uno haga, a veces, sólo a veces, suceden ciertas cosas que no podemos dejar pasar.
Esta es una de ellas.
Mi cuerpo torneado por la vida* se encontraba en posición cuasi horizontal y con una fina capa aceitosa de una sustancia protectora de los rayos solares, tratando de absorber la mayor cantidad de estos (taba tomando sol), cuando redepente ese aparato nefasto, inventado por un ser superior y maléfico, engendrado de las entrañas mismas del infierno laboral, emitió ese sonido que llega a traspasar los límites de lo inconmensurable y taladrarnos los tímpanos para apartarnos de nuestra realidad vacacional. Me llamaron por teléfono.
Muchas eran las posibilidades del llamado, pero no se me ocurrió encontrarme con aquella voz suave y delicada, esa fragancia sonora... veraniega, agobiante, interminable, rápida y casi sin pausas, con ese dejo de duda interminable pero a la vez resuelta a más no poder (ustedes lo verán como una contradicción, pero yo lo veo como lo que es), la voz de Celina.
La voz que menos pensaba escuchar, no porque no quisiera, sino porque menos esperaba escucharla en verano, cerca del mediodía, en mis vacaciones, y para una propuesta laboral.
Pero ahí estaba con el celular a la oreja, tratando de no llenarlo con mi protector solar y escuchando atentamente (bueno, casi... estaba de vacaciones).
El tema era sencillo a simple vista, una editorial que se formaba y un primer libro que necesitaba ser diagramado y armado, y yo que tengo el sí fácil y más para los amigos, ahí sin más acepté el trabajo y en mandar un presupuesto. Pero la conversación no terminó; había que agregarle algún tema con una foto al autor y ver algo para ilustrar la tapa, a modo de asesoramiento (al principio). También dije que si. Un error?
Pasaron mis vacaciones, retorné a mi dulce morada y me puse a analizar el primer envío del material para armar la novela. Hasta ahí ustedes dirán algo normal y corriente, y concuerdo en eso, pero hay un pequeño detalle; y es que detrás de este libro estaba la mente de Celina (con el apoyo de una socia, que hasta llegué a pensar como un personaje fabulado por la misma Celina para sustentar sus delirios editorialísticos, pero luego caí en que era de carne y hueso).
Mi mente pensaba: armo la novela, veo algo para la tapa, les doy una mano, listo. No. Fue casi un mes, el inicio de mi relación con la nueva editorial. Lo que imaginé como un idilio de verano, no fue sólo eso, sino algo más que me hizo transitar algunas veces por una calle larga, empedrada cuesta arriba y sobre una bicicleta media carrera desinflada.
Pero vamos! que mi paciencia es como una buena yerba para matear... aguantadora.
Y pasaron los mates, los tés, las aguas, las galletitas y demás, porque no sólo acusé recibo del armado interior, sino que me ofrecí a ver si salía algo para la tapa (a veces me pregunto porque tengo el sí tan fácil... no me respondan) y para sacarle unas fotitos al autor.
Digamos que me sentí como jugando al abaro, o diez mil, como lo conozcan. Ese que tenés que tirar el dado e ir sumando y si sacás el as perdés todo?, ese, pero sin poder parar. Las veces que salió el as ya no las recuerdo. Mejor.
La tapa costó varias fotos, varias bolsas, varias botas, varios dibujos, varios colores. La tapa varió. Y porque varió se preguntarán ustedes? No sé, puede llegar a ser la psiquis femenina? El constante estado de duda? La búsqueda del más allá? La quinta pata al gato? Hasta pensé en escribir otro texto para este blog que se titule: La yica y sus orígenes. Fue descartado.
Cuestión que entre yicas, botas, árboles, arbustos, cartas, tejidos, texturas, fotomontajes y demás, escuché la voz de Celi. Y si dibujamos algo? Tipo un ñandubay...
Han cantado bingo en la sala. Bueno, hicimos a un lado la ininterminable corrección de correcciones y me puse a la tarea de tratar de encausar las ideas que desbordaban a mi pequeña editora, y luego de un rato de mates, borrones, lápices y fibras salió eso que buscaban, una abstracción de un ñandubay, pero que tuviera colores que contrastaran para darle impacto a la tapa viste...
El original estaba, pero había que digitalizarlo (pasarlo a la compu); y así lo hice. Y aquí me detengo un momento para aclararles una cuestión, que es que Celi, en su afán de adquirir conocimientos (y socavar mi bendita paciencia), pregunta todo... o casi.
Así que recordando mi pasado como ayudante de facultad, fui gestando un tutorial en primera persona explicando los pasos que seguía para que (magicamente) el dibujo del papel se plasmara en pantalla y así pudiera enviárselo a Plumita (Mercedes) que estaba en Mar del Plata gestando el diseño de colección.
Al llegar al Photoshop el camino se volvió tortuoso, casi me sentía Frodo llevando pesado el anillo, o Atreyu tratando de salvar Fantasía. Pero vamos, que Frodo tiró al anillo y Atreyu salvó a Fantasía de la Nada, y yo también logré después de varias idas y venidas darle forma y color a eso que algunos catalogarán como mancha o dibujo, pero que es el ñandubay que buscaban en Azul Pluma.
La tapa estaba. Faltaba el interior. Las correcciones... que fueron muchas.
Se corrigió todo, primero las faltas, después los párrafos que terminaban sueltos, la marginación, el tamaño de caja, el cuerpo de la tipografía, el tamaño del paginado, Las correcciones fueron (o yo lo sentí así) interminables casi, y casi siempre con ese velo de duda que todo lo cubre y esas preguntas que te ponen entre la espada y la pared: Es un doble espacio eso? Ahí queda una viuda? Queda una sola línea al inicio de página? El inicio del capítulo queda en la impar? Te molesta si fumo? Y si me siento arriba de la mesa? Y porque la gallinita dijo eureka?
Terminamos. Bueno, eso creía yo, porque después de mandar varios archivos a varias direcciones de correo hubo una corrección más, que fue por teléfono. Se imaginan corregir una novela por teléfono? Si, así como se imaginan, como tratando de descubrir un tesoro sin mapa; cómo tratando de convencer a una telemarketer de que no queremos esa promoción y necesitamos otra. Como tratando de envolver un triciclo o de remontar un barrilete en un sótano.
Pero como me dijeron una vez... lo que cuesta vale.
Y siempre estoy reafirmado ese dicho, porque esta novela costó, pero salió, con sus complicaciones de tiempo y con las leyes de Murphy aplicables a todo proyecto. Y ahí la tienen, sin ningún error.
Así pasaron mis días con Celina, mis días de novela... que creo no serán los últimos.
*Frase acuñada por mi hermana del alma Majo.
miércoles, 11 de marzo de 2009
Tune up or not to be
Hoy, ya pasado el verano, me propuse hacer referencia a una situación atemporal, una situación diría yo (por experiencia de campo) repetitiva hasta el hartazgo y que sin duda marca una diferencia de clase o tipo. Una diferencia entre "ellos" y "nosotros", una diferencia que nos plantea una elección... ser rápido o furioso... hoy le toca el turno al tuning.
Pero que pasa? Acaso no nos damos cuenta de que tunear un Fiat 147 es en vano? Ponerle un alerón a un Volkswagen Gacel es inútil? Cambiarle las llantas a un Peugeot 504 es casi inocuo?
Apelo a la razón amigos... con una mano en el corazón y otra en el cinturón de seguridad: la única utilidad de polarizar los vidrios de un Fiat Spacio es venderselo a cualquier precio a un adolescente furioso con tener su primer bólido para levantar "minitas". Porque en el fondo, debajo de esa delgada, oxidada y llena de masilla capa de chapa, seguirá siendo un "autito" económico, versátil y fácil de mantener (el auto de maestra, abuela o afín).
Pero claro, le polarizamos los vidrios, le agregamos un stereo marca Bos-Taiwán, unos parlantes de la misma índole, le cortamos los amortiguadores, le ponemos un escape que haga ruido o directamente lo dejamos libre y que tenemos... lo que un muchacho enardecido y apasionado adolescente verá como "la máquina infernal" para competirle a Vin Diesel.
Y allí lo veremos pasar, mejor dicho lo escucharemos o por el ruido del escape que nos taladra los tímpanos o lo mismo o peor que nos hace el stereo saturado al ritmo de cualquier reggaeton o cosa por el estilo.
Y este es uno de los casos, porque se ven por la calle innumerables ejemplos de aquellos que quieren llegar al tuning de cualquier manera.
Y como vedettes que quieren la tapa de revista y se acuestan con quien se cruze, hay quienes con tal de bajar costos a la hora de reformar su vehículo o adornarlo, lo polarizan ellos mismos... pero con contact, o algún vinilo que termina siendo demasiado oscuro y no vemos ni hacia afuera ni hacia adentro.
Están los que se largan al modelado, como si el auto fuera de plastilina. NO! Les aviso que es de chapa con pedazos de plástico. Pero ellos no se dan cuenta, agarran y van a la ferretería más cercana, compran masilla, un par de lijas, un poco de fibra de vidrio y se embarcan en querer darle forma de Alfa Romeo a su Fiat 128. Hay veces que después de ver los resultados, esos coches tendrían que tener un autoadhesivo con la frase: NO LO INTENTEN EN SUS CASAS!
Después están los fanáticos del sonido. Y está bueno que el sonido sea envolvente, o nítido, claro, de buena calidad. Pero la cantidad no hace la calidad a veces, porque con el mismo espíritu de aquel que autopolarizaba su coche, este compra el primer stereo con CD/MP3 o DVD que se le cruza, sin reparar en la calidad final. Entonces nos encontramos o mejor dicho oímos como a dos cuadras viene una especia de chicharra mecánica, quejándose y aturdiendo a cuanto ser vivo se le cruce, lo que termina por hacernos creer que estamos frente a un camión que vende frutas y verduras o un chatarrero, en lugar de a un auto con la música alta.
A veces me pregunto si además, no quedarán en un estado medio zombi aquellos que van dentro manejando o simplemente acompañando; quien no se ha subido a algún auto y luego parece que estamos dentro de una disco. Se transforman en autistas al volante, porque con semejante ruido se aislan de todo lo que los rodea y se limitan a mover su cabeza para adelanta y para atrás. Ah, eso sí, si los mirás fijo encima aceleran como para que veas que tienen una máquina bajo el capot.
Pero también están los del otro lado, los que gastan en un stereo que termina costando casi la mitad del vehículo. O las llantas valen más que todo el auto junto. Calculo que es gente que le gusta tirar la plata... o roba las cosas. O las consigue a menor precio (por ser robadas). Se superan los límites en estos casos.
Es ahí cuando realmente me pregunto, a mi que me gustan los autos y el tuning bien hechos, si no habrá que organizarse y formar una asociación civil u ONG para tratar de encausar tantas almas fierreras perdidas.
De última, aquel que se sienta con ganas de más y el tuning no lo llene, puede probar con un curso de decoración de tortas..., no mejor no.
Amigos y amigas de los fierros, adoradores del "tuneo", les comento que todo tiene su límite, porque como dice el dicho: "aunque la mona se vista de seda...
Y esta no es una campaña contra el tuning, es más bien una campaña de concientización sobre el tuning, que bien hecho y a su manera, bien podríamos llamarlo un arte.Pero que pasa? Acaso no nos damos cuenta de que tunear un Fiat 147 es en vano? Ponerle un alerón a un Volkswagen Gacel es inútil? Cambiarle las llantas a un Peugeot 504 es casi inocuo?
Apelo a la razón amigos... con una mano en el corazón y otra en el cinturón de seguridad: la única utilidad de polarizar los vidrios de un Fiat Spacio es venderselo a cualquier precio a un adolescente furioso con tener su primer bólido para levantar "minitas". Porque en el fondo, debajo de esa delgada, oxidada y llena de masilla capa de chapa, seguirá siendo un "autito" económico, versátil y fácil de mantener (el auto de maestra, abuela o afín).
Pero claro, le polarizamos los vidrios, le agregamos un stereo marca Bos-Taiwán, unos parlantes de la misma índole, le cortamos los amortiguadores, le ponemos un escape que haga ruido o directamente lo dejamos libre y que tenemos... lo que un muchacho enardecido y apasionado adolescente verá como "la máquina infernal" para competirle a Vin Diesel.
Y allí lo veremos pasar, mejor dicho lo escucharemos o por el ruido del escape que nos taladra los tímpanos o lo mismo o peor que nos hace el stereo saturado al ritmo de cualquier reggaeton o cosa por el estilo.
Y este es uno de los casos, porque se ven por la calle innumerables ejemplos de aquellos que quieren llegar al tuning de cualquier manera.
Y como vedettes que quieren la tapa de revista y se acuestan con quien se cruze, hay quienes con tal de bajar costos a la hora de reformar su vehículo o adornarlo, lo polarizan ellos mismos... pero con contact, o algún vinilo que termina siendo demasiado oscuro y no vemos ni hacia afuera ni hacia adentro.
Están los que se largan al modelado, como si el auto fuera de plastilina. NO! Les aviso que es de chapa con pedazos de plástico. Pero ellos no se dan cuenta, agarran y van a la ferretería más cercana, compran masilla, un par de lijas, un poco de fibra de vidrio y se embarcan en querer darle forma de Alfa Romeo a su Fiat 128. Hay veces que después de ver los resultados, esos coches tendrían que tener un autoadhesivo con la frase: NO LO INTENTEN EN SUS CASAS!
Después están los fanáticos del sonido. Y está bueno que el sonido sea envolvente, o nítido, claro, de buena calidad. Pero la cantidad no hace la calidad a veces, porque con el mismo espíritu de aquel que autopolarizaba su coche, este compra el primer stereo con CD/MP3 o DVD que se le cruza, sin reparar en la calidad final. Entonces nos encontramos o mejor dicho oímos como a dos cuadras viene una especia de chicharra mecánica, quejándose y aturdiendo a cuanto ser vivo se le cruce, lo que termina por hacernos creer que estamos frente a un camión que vende frutas y verduras o un chatarrero, en lugar de a un auto con la música alta.
A veces me pregunto si además, no quedarán en un estado medio zombi aquellos que van dentro manejando o simplemente acompañando; quien no se ha subido a algún auto y luego parece que estamos dentro de una disco. Se transforman en autistas al volante, porque con semejante ruido se aislan de todo lo que los rodea y se limitan a mover su cabeza para adelanta y para atrás. Ah, eso sí, si los mirás fijo encima aceleran como para que veas que tienen una máquina bajo el capot.
Pero también están los del otro lado, los que gastan en un stereo que termina costando casi la mitad del vehículo. O las llantas valen más que todo el auto junto. Calculo que es gente que le gusta tirar la plata... o roba las cosas. O las consigue a menor precio (por ser robadas). Se superan los límites en estos casos.
Es ahí cuando realmente me pregunto, a mi que me gustan los autos y el tuning bien hechos, si no habrá que organizarse y formar una asociación civil u ONG para tratar de encausar tantas almas fierreras perdidas.
De última, aquel que se sienta con ganas de más y el tuning no lo llene, puede probar con un curso de decoración de tortas..., no mejor no.
lunes, 12 de enero de 2009
En verano... ojotas
Sigo. Otra tarea que es poco recomendable en verano. Ya hablé de los pantalones, y siguiendo con la vestimenta, ahora le toca a los pepes... el calzado.
El verano es una época en que uno, si presta atención, no ve mucha gente en las zapaterías. La mayoría (mujeres) se apretujan en las vidrieras cual gallinas en desgracia mirando esa sandalia que todas usarán (el tema de la uniformidad será tratado en breve en otra entrada).
Pero analicemos la situación, salimos en busca de... digamos unos zapatos o zapatillas, o lo que sea. Porque el calzado unifica el sufrimiento que vamos a padecer, sin importar cuanto calce uno.
Podemos pensar que salir a la mañana es mejor, pero guarda, porque si salimos de mañana y no vamos con la idea clara, en un abrir y cerrar de ojos, se nos hizo el mediodía. Y entramos en busca de ese que vimos en la vidriera, ese que tenés ahí... al lado de los rojos... si, los que tiene la tirita marrón... no no, el de arriba... no no, el de al lado... parece que estamos participando de Feliz Domingo, sólo nos falta gritar: Tocá la campana!
Bueno, al fin de cuentas pudimos ubicar al vendedor (que ya está al borde de la quemazón después de tanta vieja indecisa), y al final identifica lo que queremos.
Qué número? 40-41
Y es un mito urbano o no? Todo el mundo masculino calza 40-41 y el femenino 36-37? No no es un mito, es casi una realidad que siempre nos toca a nosotros.
No negrito, sabés que no me queda en 40-41, pero querés ver este que está muy lindo?
Muy lindo para vos, que te ponés cualquier cosa en las patas... pensamos.
No gracias, chau.
A no aflojarle amigos, a dos cuadras está el mismo modelo y así sucecivamente cada dos cuadras.
Llegamos a la otra zapatería, y entramos resueltos y con conocimiento de causa.
Atacamos: Hola, quiero ese zapato outdoor que tenés en vidriera, el modelo que tiene nobuk marrón tostado con detalles en camel, en 40-41.
Tomá, te lo dije... Y hay, lo encontramos!!!
A probarlo... cuando lo traen esperamos ansiosos como el cocker espera que le tires la pelotita. Los vemos, lo analizamos y le tanteamos el peso en la mano.
Nos pasan el izquierdo, ese que se prueba todo el mundo, para que no nos apriete. Pero recordemos que estamos en verano, y hace calor, y el calor que hace... hincha, y suda los pies.
Así que imaginemos tratar de hacer churros con una jeringa de hospital... la fuerza que hacemos es casi descomunal... bufamos, resoplamos, nos secamos el sudor de la frente y en un acto de entrega, pedimos por favor un calzador.
Nuestro amigo el calzador. Amigo hasta ahí, porque es para ayudar supuestamente, pero una vez que lo introducimos entre el calzado y nuestro pie, queda ahí como la Excalibur, clavado.
Así que nuevamente resoplamos, bufamos y sudamos, y a todo esto nuestro pie hace casi lo mismo. Ya está medio colorado, y cada vez más áspero. Sacamos el calzador... pero hicimos fuerza con el dedo, que queda enganchado en la misma trampa. Lo rescatamos y vemos como empieza a circular la sangre nuevamente.
Entró! Si, entró, pero no podemos caminar, o si podemos, si queremos sufrir.
Me traés un numerito más...
No tengo en ese color, me queda en fucsia y marrón (vomitivo)
A ver, traelo. Llega y lo probamos como para ver el número. Anda bien, aprieta un poco, pero no se sufre, entonces con otro gracias nos vamos en busca de la otra zapatería a dos cuadras.
Llegamos y pedimos el supuesto número correcto, y para esta altura tenemos el pie medio hinchadito. Nos probamos el calzado (que tampoco es exactamente el que queríamos) y vemos que cuesta un poco pero lo lógico para un calzado nuevo. Compramos.
Y pensamos que allí se terminó todo, pero no.
Porque resumiendo compramos zapatos que no eran los que queríamos, nos cagamos de calor, caminamos como para ir en peregrinación a Luján y al fin de cuentas nos quedamos con unos zapatos que nos quedan grandes... porque al otro día se nos desincharon los pies.
Estamos en verano... para evitar estos problemas usemos ojotas.
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