Todo comenzó hace un tiempo.
Resulta ser que...
Digamos que uno planea vacaciones. Para qué?... para no trabajar. Exacto, para no trabajar.
Pero, y pese a todos los esfuerzos que uno haga, a veces, sólo a veces, suceden ciertas cosas que no podemos dejar pasar.
Esta es una de ellas.
Mi cuerpo torneado por la vida* se encontraba en posición cuasi horizontal y con una fina capa aceitosa de una sustancia protectora de los rayos solares, tratando de absorber la mayor cantidad de estos (taba tomando sol), cuando redepente ese aparato nefasto, inventado por un ser superior y maléfico, engendrado de las entrañas mismas del infierno laboral, emitió ese sonido que llega a traspasar los límites de lo inconmensurable y taladrarnos los tímpanos para apartarnos de nuestra realidad vacacional. Me llamaron por teléfono.
Muchas eran las posibilidades del llamado, pero no se me ocurrió encontrarme con aquella voz suave y delicada, esa fragancia sonora... veraniega, agobiante, interminable, rápida y casi sin pausas, con ese dejo de duda interminable pero a la vez resuelta a más no poder (ustedes lo verán como una contradicción, pero yo lo veo como lo que es), la voz de Celina.
La voz que menos pensaba escuchar, no porque no quisiera, sino porque menos esperaba escucharla en verano, cerca del mediodía, en mis vacaciones, y para una propuesta laboral.
Pero ahí estaba con el celular a la oreja, tratando de no llenarlo con mi protector solar y escuchando atentamente (bueno, casi... estaba de vacaciones).
El tema era sencillo a simple vista, una editorial que se formaba y un primer libro que necesitaba ser diagramado y armado, y yo que tengo el sí fácil y más para los amigos, ahí sin más acepté el trabajo y en mandar un presupuesto. Pero la conversación no terminó; había que agregarle algún tema con una foto al autor y ver algo para ilustrar la tapa, a modo de asesoramiento (al principio). También dije que si. Un error?
Pasaron mis vacaciones, retorné a mi dulce morada y me puse a analizar el primer envío del material para armar la novela. Hasta ahí ustedes dirán algo normal y corriente, y concuerdo en eso, pero hay un pequeño detalle; y es que detrás de este libro estaba la mente de Celina (con el apoyo de una socia, que hasta llegué a pensar como un personaje fabulado por la misma Celina para sustentar sus delirios editorialísticos, pero luego caí en que era de carne y hueso).
Mi mente pensaba: armo la novela, veo algo para la tapa, les doy una mano, listo. No. Fue casi un mes, el inicio de mi relación con la nueva editorial. Lo que imaginé como un idilio de verano, no fue sólo eso, sino algo más que me hizo transitar algunas veces por una calle larga, empedrada cuesta arriba y sobre una bicicleta media carrera desinflada.
Pero vamos! que mi paciencia es como una buena yerba para matear... aguantadora.
Y pasaron los mates, los tés, las aguas, las galletitas y demás, porque no sólo acusé recibo del armado interior, sino que me ofrecí a ver si salía algo para la tapa (a veces me pregunto porque tengo el sí tan fácil... no me respondan) y para sacarle unas fotitos al autor.
Digamos que me sentí como jugando al abaro, o diez mil, como lo conozcan. Ese que tenés que tirar el dado e ir sumando y si sacás el as perdés todo?, ese, pero sin poder parar. Las veces que salió el as ya no las recuerdo. Mejor.
La tapa costó varias fotos, varias bolsas, varias botas, varios dibujos, varios colores. La tapa varió. Y porque varió se preguntarán ustedes? No sé, puede llegar a ser la psiquis femenina? El constante estado de duda? La búsqueda del más allá? La quinta pata al gato? Hasta pensé en escribir otro texto para este blog que se titule: La yica y sus orígenes. Fue descartado.
Cuestión que entre yicas, botas, árboles, arbustos, cartas, tejidos, texturas, fotomontajes y demás, escuché la voz de Celi. Y si dibujamos algo? Tipo un ñandubay...
Han cantado bingo en la sala. Bueno, hicimos a un lado la ininterminable corrección de correcciones y me puse a la tarea de tratar de encausar las ideas que desbordaban a mi pequeña editora, y luego de un rato de mates, borrones, lápices y fibras salió eso que buscaban, una abstracción de un ñandubay, pero que tuviera colores que contrastaran para darle impacto a la tapa viste...
El original estaba, pero había que digitalizarlo (pasarlo a la compu); y así lo hice. Y aquí me detengo un momento para aclararles una cuestión, que es que Celi, en su afán de adquirir conocimientos (y socavar mi bendita paciencia), pregunta todo... o casi.
Así que recordando mi pasado como ayudante de facultad, fui gestando un tutorial en primera persona explicando los pasos que seguía para que (magicamente) el dibujo del papel se plasmara en pantalla y así pudiera enviárselo a Plumita (Mercedes) que estaba en Mar del Plata gestando el diseño de colección.
Al llegar al Photoshop el camino se volvió tortuoso, casi me sentía Frodo llevando pesado el anillo, o Atreyu tratando de salvar Fantasía. Pero vamos, que Frodo tiró al anillo y Atreyu salvó a Fantasía de la Nada, y yo también logré después de varias idas y venidas darle forma y color a eso que algunos catalogarán como mancha o dibujo, pero que es el ñandubay que buscaban en Azul Pluma.
La tapa estaba. Faltaba el interior. Las correcciones... que fueron muchas.
Se corrigió todo, primero las faltas, después los párrafos que terminaban sueltos, la marginación, el tamaño de caja, el cuerpo de la tipografía, el tamaño del paginado, Las correcciones fueron (o yo lo sentí así) interminables casi, y casi siempre con ese velo de duda que todo lo cubre y esas preguntas que te ponen entre la espada y la pared: Es un doble espacio eso? Ahí queda una viuda? Queda una sola línea al inicio de página? El inicio del capítulo queda en la impar? Te molesta si fumo? Y si me siento arriba de la mesa? Y porque la gallinita dijo eureka?
Terminamos. Bueno, eso creía yo, porque después de mandar varios archivos a varias direcciones de correo hubo una corrección más, que fue por teléfono. Se imaginan corregir una novela por teléfono? Si, así como se imaginan, como tratando de descubrir un tesoro sin mapa; cómo tratando de convencer a una telemarketer de que no queremos esa promoción y necesitamos otra. Como tratando de envolver un triciclo o de remontar un barrilete en un sótano.
Pero como me dijeron una vez... lo que cuesta vale.
Y siempre estoy reafirmado ese dicho, porque esta novela costó, pero salió, con sus complicaciones de tiempo y con las leyes de Murphy aplicables a todo proyecto. Y ahí la tienen, sin ningún error.
Así pasaron mis días con Celina, mis días de novela... que creo no serán los últimos.
*Frase acuñada por mi hermana del alma Majo.
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