Martes, 9 de la mañana. Sonó el despertador y me levanté, primero el derecho, después el izquierdo. Hoy era el día, el incio, el puntapié inicial de un largo camino... el camino del rock.
Mi amiga editora había quedado en llegar 9.30 para iniciar con la tarea de un nuevo libro, un libro de rock. Cosa sencilla pensé a la primera. Equivocado nuevamente?
A las 10.30 ya había terminado los primeros mates de la mañana y estaba a punto de enviar un SMS a la Cruz Roja o mandar "Libraco al 9009 y conocé el paradero de tu editora". Pero no, sonó el timbre y bajé para recibir a Celi.
En el ascensor recibí un resumen de dos semanas de su vida -son siete pisos-, una vida muy ajetreada que lleva más de 7 pisos. Luego de ese torbellino de pasión silábica finalmente llegamos y comenzamos a desandar el camino.
Varias cosas por hacer y todas para ayer, así se resumen siempre las cosas.
Contábamos con la obra, con título y todo, pero faltaban las tapas, el prólogo, sumario, etc, etc, etc. Y la música empezó a sonar, más bien la parte baja de mi lóbulo frontal latía, y no dejaría de hacerlo por casi dos meses, al ritmo del rock.
La tapa pasó por un par de opciones y obviamente la primer idea (la del autor) fue descartada de un plumazo, arrojándola a los abismos mismos del capricho. No tuvimos mayor problema con la segunda idea que suplantaría a la primera y sería el producto final. Pero ya ese corto trayecto vio los primero baches, porque los colores, la tipografía, como quedaría con tal o cual papel, si el rock era glamoroso o psicodélico, que si el verde no era verde y tenía que ser verde "pistacho", o azul "dieléctrico", o marrón "caca".
Celina se encargó de fusionar su nueva pasión por las telas y los colores con el diseño, pero más bien, o a mi me pareció y se lo dije, era una gran licuadora con potentes cuchillas que en el afánd e mezclar las cosas, las trituraba en busca de algo. Cómo cuando uno se pone a ver de que color pinta la cocina y agarra una lata de látex blanco y compra 3 docenas de pomitos tonalizadores. Que puede quedar... un marroncito caca, con tonos amarillentos que seguramente tendrá vetas verdeazuladas y habrá que darle varias manos como para que quede bien.
-Gon, me puedo sentar acá? (ya sentada sobre la mesa).
-Si, para eso la limpié, quedate ahí mientras hago mate.
-¿Con azúcar no? Dale, con azúcar!
-No, acá se toma mate amargo.
Buscando desesperadamente ese color psicodélico me enteré de amores desencontrados, libros que desconocía, autores más desconocidos aún, resignificados antinaturales de la teoría del color, y de la teoría del cosmos... de como cuidar un potus, de porque se secaba y todo eso... y todo eso brotaba debajo de la fina capa de pelo, carne y huesos, que recubría la pequeña, pero no menos brillante, mente de mi amiga editora. Reconozco que estuve a punto de caer en la tentación ver de cerca un cerebro tan brillante, aunque para eso sólo contaba con un martillo y dos destornilladores, pero por razones médicas y obvias descarté la idea, aunque cada tanto volvía a pensar en eso.
-Ahora si le puedo echar un poquito de azúcar? Está muy amargo.
-No existe el muy amargo, es amargo o dulce.
-Bueno, le pongo un poquito, me tomo dos y te lo paso.
-Bueno, pero esperá que cambio el mate, a ese le queda gusto. Pero poquito ponele, no quiero llegar al como diabético.
Luego dimos, como Indiana Jones látigo en mano (cuando era joven), con "ese color" que tenía que estar en la tapa y lo volcamos en la fotografía que ya estaba definida, y entre retoques de Photoshop y cuentos de que haríamos si nos fueramos por ahí de hippies, quedó rapidamente semidefinida y me volqué al interior. Un interior que parecía la ruta 3 cargada de camiones con acoplado un lunes de la primera quincena de enero, y uno en el medio a bordo de un Fiat 600 con la tapa del motor levantado para que no caliente. El camino era tirando a tortuoso.
-No existe el muy amargo, es amargo o dulce.
-Bueno, le pongo un poquito, me tomo dos y te lo paso.
-Bueno, pero esperá que cambio el mate, a ese le queda gusto. Pero poquito ponele, no quiero llegar al como diabético.
Luego dimos, como Indiana Jones látigo en mano (cuando era joven), con "ese color" que tenía que estar en la tapa y lo volcamos en la fotografía que ya estaba definida, y entre retoques de Photoshop y cuentos de que haríamos si nos fueramos por ahí de hippies, quedó rapidamente semidefinida y me volqué al interior. Un interior que parecía la ruta 3 cargada de camiones con acoplado un lunes de la primera quincena de enero, y uno en el medio a bordo de un Fiat 600 con la tapa del motor levantado para que no caliente. El camino era tirando a tortuoso.
Ahora bien, nunca, pero nunca, pensé que un libro llevara tantas comillas, paréntesis, corchetes, asteriscos, versálitas, y demás señas tipográficas y menos refiriéndose al rock. Por momentos pensé que lo estábamos traduciendo al latín o al hebreo, pero rapidamente me di cuenta que el texto versaba sobre varios puntos del rock mundial, de la juventud rockera, de los viejos rockeros, de las viejas rockeras y todo eso en un contexto más social que musical por momentos. A la licuadora.
-Viste que linda carterita me compré?
-Si la vi, te queda linda, con ese verde seco.
-No, verde seco? No, es verde pasto, como de otoño parece no? Si, verde es pero seco seco no, más bien alimonado. Ahí está! Como un verde limón medio seco.
-Si, verde seco de limón que le dicen.
Muchos años de rock conllevan muchos capítulos de rock, es directamente proporcional. Es así que perdí la cuenta de los capítulos y sólo veía pasar nombres como Bob Dylan, Patti Smith, The Clash y la lista seguía infinitamente asociándose a grupos de artistas, grupos de rock, escritores, pintores y una serie de personajes tan diversos como sus ideologías.
Es así que teníamos citas de rockeros con comillas y corchetes, extractos de notas publicadas vaya a saber donde... nunca lo pregunté. Después de esas citas venía el capítulo en si mismo, y ese si que estaba sembrado de comillas, cursivas, negritas, claritas, versalitas; era como querer atravesar un campo minado, un paso adelante y tres atrás.
Lo más interesante de todo esto, no fue acomodarlo, porque esa tarea no fue muy complicada, el problema fue la corrección de todo ese material.
-Me parece que me voy a hacer collarcitos a la playa.
-Claro, es lo mejor, recorrer la playa con un carrito o una lonita y armar collarcitos.
-Y en invierno?
-Te abrigás y te volvés a hacer frolitas para vender con el café, con un carrito por calle 12.
No había que corregir solamente las desarticulaciones, sino todo el choclo de comillas, versálitas, corcheas, fusas y semifusas. Todo eso intercalado con los preparativos de la presentación, las tarjetas, el banner, etc. Al fin y al cabo, y luego de corregir y releer como si fuera la fórmula de la eterna juventud (rockera para este caso), quedó cerrado el ejemplar.
Eso creía yo. No asocié que faltaba el índice, y la información de la contratapa que fue tipeada catorce veces aproximadamente y corregida otras catorce; todo eso duró lo que me pareció una eternidad, me pareció estar en "Primavera, verano, otoño, inviero ...y primavera".
-Para la presentación hablé con el negro Gómez.
-Ah... Quién es? Porque Gómez hay un montón en la guía.
-Es un divino que hace música experimental y escribe.
-Ah...
-Igual tengo que pasarte la lista de los que están confirmados.
-Cuántos son?
-No se, después te paso. Está Yusa seguro, Chivas Argüello, Pablo Dacal, Javi Punga...
-Javi Punga? Para, esto es en serio? donde me vas a llevar. Esto tengo que verlo.
Es así que luego de idas y venidas estaban todos invitados a tomar el té, y a la presentación del libro de rock. En otra entrada verán como me fue.
Muchos años de rock conllevan muchos capítulos de rock, es directamente proporcional. Es así que perdí la cuenta de los capítulos y sólo veía pasar nombres como Bob Dylan, Patti Smith, The Clash y la lista seguía infinitamente asociándose a grupos de artistas, grupos de rock, escritores, pintores y una serie de personajes tan diversos como sus ideologías.
Es así que teníamos citas de rockeros con comillas y corchetes, extractos de notas publicadas vaya a saber donde... nunca lo pregunté. Después de esas citas venía el capítulo en si mismo, y ese si que estaba sembrado de comillas, cursivas, negritas, claritas, versalitas; era como querer atravesar un campo minado, un paso adelante y tres atrás.
Lo más interesante de todo esto, no fue acomodarlo, porque esa tarea no fue muy complicada, el problema fue la corrección de todo ese material.
-Me parece que me voy a hacer collarcitos a la playa.
-Claro, es lo mejor, recorrer la playa con un carrito o una lonita y armar collarcitos.
-Y en invierno?
-Te abrigás y te volvés a hacer frolitas para vender con el café, con un carrito por calle 12.
No había que corregir solamente las desarticulaciones, sino todo el choclo de comillas, versálitas, corcheas, fusas y semifusas. Todo eso intercalado con los preparativos de la presentación, las tarjetas, el banner, etc. Al fin y al cabo, y luego de corregir y releer como si fuera la fórmula de la eterna juventud (rockera para este caso), quedó cerrado el ejemplar.
Eso creía yo. No asocié que faltaba el índice, y la información de la contratapa que fue tipeada catorce veces aproximadamente y corregida otras catorce; todo eso duró lo que me pareció una eternidad, me pareció estar en "Primavera, verano, otoño, inviero ...y primavera".
-Para la presentación hablé con el negro Gómez.
-Ah... Quién es? Porque Gómez hay un montón en la guía.
-Es un divino que hace música experimental y escribe.
-Ah...
-Igual tengo que pasarte la lista de los que están confirmados.
-Cuántos son?
-No se, después te paso. Está Yusa seguro, Chivas Argüello, Pablo Dacal, Javi Punga...
-Javi Punga? Para, esto es en serio? donde me vas a llevar. Esto tengo que verlo.
Es así que luego de idas y venidas estaban todos invitados a tomar el té, y a la presentación del libro de rock. En otra entrada verán como me fue.
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