jueves, 26 de junio de 2008
Pescalandia
Y sí, uno que ha transitado los caminos de la pesca, viene aquí a reflexionar sobre esta tarea milenaria.
Cuando sos chico te divierte sacar lombrices y embarrarte hasta las orejas por un mísero puñado de carnada. Pero cuando uno va creciendo ya quiere tener todo servido y no es lo mismo que te ataquen millones de mosquitos por una "coloradita" de esas que son movedizas.
O lo mismo pasa cuando necesitamos tener mojarras, dientudos o alguna otra cosa por el estilo. Porque en pleno invierno te congelás en un charco sucio pasando un mediomundo viejo para sacar miles de "panzuditos" y ninguna mojarra.
A esta tarea tenemos que sumarle la verificación de los implementos de pesca, los cuales van cambiando a medida que uno va creciendo o perfeccionándose en esta tarea.
Primero cañita de flote con una boyita, luego llega el primer reel que es casi de juguete; más tarde la primer "galleta" con el nylon del reel, y después el reel en cuestión tirado a la basura. Más adelante la primer caña en serio como para grandes piezas y una línea con más anzuelos y plomada; luego el primer golpe con la plomada.
Hay que sumarle a la caña, el "posacaña", elemento traicionero si los hay. A simple viste es un fierrito, pero guarda!, esconde su secreto. Y pasa a ser una cuestión vital para pescar a veces, porque si resulta que es débil o medio "enclenque" al primer pique... a la mierda la caña. Y ni hablemos de clavarlo... más de uno se habrá quedado con un fierro torcido; o peor aún con alguna parte del posacañas en la mano, dejando inutilizado el elemento.
Así que ya tenemos la carnada, la caña con su línea y el posacañas. Listo ya podemos pescar.
Error.
Lo que podemos es hacer el intento de pescar "algo", porque en realidad tenemos llenarnos de paciencia y esperar a que pique algún pez. Y esa espera a veces se nos hace interminable y a veces nunca llega ese tan ansiado pique. O sea que preparamos todo el pedo.
Eso si, si uno va en grupo se hace más llevadero todo el tema, y ni hablar de encontrarse con desconocidos que nos narran como estuvieron a punto de sacar una ballena, o a la simple pregunta de: Y, sale algo? Nos dicen que no existen peces por esa zona.
El pescador es avaro, ante todo. Quiere su cardumen y no lo comparte. Y si no puede evitar compartirlo lo trata de esconder por lo menos.
Volvemos a casa... con raspaduras, pinchazos, picaduras de mosquitos, tábanos y toda clase de alimañas rastreras, olor a pescado por todo el cuerpo, pinchazos de aletas, líneas y plomadas perdidas y el alma cansada. Y si tenemos suerte y llegamos con alguna pieza, nos reciben con un: Eso sacaste?
Y ahí aflora la otra tan ansiada capacidad del pescador: la fábula, la historia. Porque no hay nada más interesante que preguntarle a un pescador como le fue. Luego de preguntar nos encontramos con una catarata de hechos que sobre todo están marcados por los "casi" y por las medidas (extralimitadas) de los peces que se escaparon "ahí nomás". Dignos de Moby Dick.
Pero a no aflojarle, porque habrá otras jornadas de pesca por delante. Y si no, siempre es bien recibido un kilo de filet de merluza fresca.
martes, 24 de junio de 2008
Entre la espada y el pañal
Y mis amigos al igual que yo crecieron. Pero no sólos, la mayoría se casó, amontonó, amuchó, juntó, concubinó (término inexistente pero útil a estos fines) y estas situaciones trajeron sus consecuencias, las cuales ahora corren, gritan, patalean, rien, lloran, y tienen nombres (a los cuales no responden).Allí estaban mis amigos y sus familias. Y eran demasiados para la casa.
Ah, yo soy tipo oveja negra o algún bicho raro, porque llegué solo.
A primera impresión todo parecía normal. Entre tanto pañal, pishina, popo, moco, juguetes, chifles de goma, peluches, mamaderas, autitos, muñecas, jarritos con bombillas, pomos de Dermaglós y óleo calcáreo, estaban mis amigos.
Uno trataba de hacer un asado mientras miraba de reojo a sus hijos como se tiraban con las brasas. Otro quería armar la picada sin picarse los dedos, porque tenía colgada del cuello a su hija. El resto estaba más o menos despreocupado (sus respectivas parejas no).
Las charlas masculinas rondaban los temas de siempre, trabajo, autos, fútbol, y hazañas del tipo: No sabés como le dejé la moto! A todo esto yo respondía un: No me digas/Ah, mirá vos/Que bien/Que mal/Claro.
La mesa fue parecida, pero con la diferencia que allí si intervenían las mujeres, que antes estaban encargadas de la ensalada, los pañales, los cubiertos, el dermaglós, y se amontonaban como gallinas en desgracia. Y las charlas giraban en torno a que habían acampado frente al jardín de la nena para anotarla (más días que los maestros frente al ministerio) si el nebulizador era bueno o malo, si los pañales paspan, si el jabón sacaba las manchas de crayón. La consigna era nombrar todas las palabras en diminutivo.
Me sentí como Favio Zerpa, o en un capítulo de los Expedientes X. Parecía Clemente, no atajaba ni una. Me sentía como ese color que no podés ubicar en el cubo mágico. Estaba entre la espada y el pañal.
Eran mis amigos o me había equivocado de casa? No quería crecer? Me tocaría esto algún día? Llegaría a aprender las letras de Barny? Esas caras eran de felicidad?
Y encima el postre no llegaba más. Incómodo, mi cabeza seguía preguntándome si era yo el antisocial o me faltaba contacto humano. Justo cuando estaba por brotarme se hizo la hora de partir; y allí me fui a casa, confundido y pensando luego de estar con esos seres que antes tenían el pelo largo y otros sueños. A la salida pisé un chifle de goma. No sonó.
jueves, 5 de junio de 2008
We can't dance
Ya no recuerdo cuántos éramos; tal vez 8, tal vez 6, tal vez 10. Nos deslizamos en busca del mejor lugar para centralizar las acciones noctámbulas. Fuimos en busca de tragos y bebidas espirituosas.
Algunos se acomodaron en el baño, frente al "espejo" que apenas brindaba algún azulejo.
La oferta era razonable y diversa. Pero bueno, como todo había que buscar para separar "la paja del trigo".
Y en una pasada la ví, y no fumaba unos chinos en Madrid, sino que se recostaba contra la pared a cubierto de una semioscuridad. Aunque se apreciaban sus rasgos, su belleza casi delicada.
Pasaban frente a ella un sinfín de oportunidades. Hasta que en una de las vueltas uno de nosotros se animó y se acercó con cautela. No estaba sola; un par de amigas la secundaban. Así que se reunió un pequeño grupo comando de apoyo, armado de frases hechas y artilugios ya conocidos "por todas". Hubo charlas, risas cómplices, tragos de por medio, pero no baile (cosa que pareció raro). No recuerdo cuanto tiempo pasó pero lo cierto es que la noche pasó y nos fuimos.
Al sábado siguiente se retomó la acción, pero esta vez el valiente fue a la carga sólo. Y todo se repitió casi como calcado, más risas y charlas pero sin bailes de por medio, lo cual ya era muy raro. Era como extraer un diamante de la piedra; un trabajo minucioso y de paciencia, pero que daba sus frutos.
Y a la semana siguiente otra vez el cántaro a la fuente. Y otra vez a la tarea de conquistar con tacto, con cautela y tratar de empezar con un baile o algo que lograra acercarse un poco más.
Allá fue nuestro caballero sin armadura, y todos estábamos ansiosos por saber más, por intentar descubrir si había algún tipo de avance.
Así fue que lo vimos... estábamos reunidos en ronda, un poco alejados de la escena y mejor que fuera así. Cuando por fin ella se dejó llevar por el baile, salió de la oscuridad a mostrarnos su belleza de la mano de nuestro caballero. Por eso no bailaba... arrastraba la pierna izquierda.
martes, 3 de junio de 2008
A vos
A vos que si me miraste
A vos que no me tocaste
A vos que si me tocaste
A vos que no me gozaste
A vos que si me gozaste
A vos que no me dejaste
A vos que si me dejaste
A vos que no me lloraste
A vos que si me lloraste
A vos que no intentaste
A vos que si intentaste
A vos que no me sufriste
A vos que si me sufriste
A vos que no me puteaste
A vos que si me puteaste
A vos que no me soportaste
A vos que si me soportaste
A vos que no me abrazaste
A vos que si me abrazaste
A vos que no me hablaste
A vos que si me hablaste
A vos que no me amaste
A vos que si me amaste
Hoy te digo que todos nos equivocamos y seguimos, pero sabemos que nos equivocamos. Que nos entra el "principio de incertidumbre", y que aunque parece que les escribiera a todas, te escribo... y te extraño a vos.