Cuando entramos en patota nos dispersamos como un tropel en libertad. Como buscando el mejor terreno donde clavar bandera. Y no es que había una epidemia de desesperación por algo, pero la noche daba.
Ya no recuerdo cuántos éramos; tal vez 8, tal vez 6, tal vez 10. Nos deslizamos en busca del mejor lugar para centralizar las acciones noctámbulas. Fuimos en busca de tragos y bebidas espirituosas.
Algunos se acomodaron en el baño, frente al "espejo" que apenas brindaba algún azulejo.
La oferta era razonable y diversa. Pero bueno, como todo había que buscar para separar "la paja del trigo".
Y en una pasada la ví, y no fumaba unos chinos en Madrid, sino que se recostaba contra la pared a cubierto de una semioscuridad. Aunque se apreciaban sus rasgos, su belleza casi delicada.
Pasaban frente a ella un sinfín de oportunidades. Hasta que en una de las vueltas uno de nosotros se animó y se acercó con cautela. No estaba sola; un par de amigas la secundaban. Así que se reunió un pequeño grupo comando de apoyo, armado de frases hechas y artilugios ya conocidos "por todas". Hubo charlas, risas cómplices, tragos de por medio, pero no baile (cosa que pareció raro). No recuerdo cuanto tiempo pasó pero lo cierto es que la noche pasó y nos fuimos.
Al sábado siguiente se retomó la acción, pero esta vez el valiente fue a la carga sólo. Y todo se repitió casi como calcado, más risas y charlas pero sin bailes de por medio, lo cual ya era muy raro. Era como extraer un diamante de la piedra; un trabajo minucioso y de paciencia, pero que daba sus frutos.
Y a la semana siguiente otra vez el cántaro a la fuente. Y otra vez a la tarea de conquistar con tacto, con cautela y tratar de empezar con un baile o algo que lograra acercarse un poco más.
Allá fue nuestro caballero sin armadura, y todos estábamos ansiosos por saber más, por intentar descubrir si había algún tipo de avance.
Así fue que lo vimos... estábamos reunidos en ronda, un poco alejados de la escena y mejor que fuera así. Cuando por fin ella se dejó llevar por el baile, salió de la oscuridad a mostrarnos su belleza de la mano de nuestro caballero. Por eso no bailaba... arrastraba la pierna izquierda.
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