domingo, 20 de julio de 2008

La verdad sobre... Blancanieves

Continuando con la onda cuentística... hoy sale a la luz la verdad sobre... Blancanieves.
Primero, en lugar de Blancanieves tendría que decir María Antonia de las Nieves, que por un problema de pigmentación en la piel que le impedía tomar sol, en el barrio la llamaban la Blancanieve.
Blancanieve vivía en una precaria cabañan en una zona de la montaña mendocina, cerca de la frontera con Chile. Nuestra amiga se ganaba la vida vendiendo los productos que contrabandeaba desde la frontera y de los favores a Gendarmería. Era muy querida en la zona, pero no por todos.
En el lado chileno existía una ex estrella del cine argentino, exiliada por motivos de una pelea de camarines. María Amalia Beatriz Romero Chávez, alias Beba. De mañana trabaja como cajera en una cadena de supermercados y por la tarde continuaba actuando en diversos locales bailables de pocas luces.
Y le había llegado el comentario de la bomba blanquiceleste, apodo ganado por nuestra amiga Blancanieves por su estilo para tirarse a la pileta de la colonia de vacaciones de verano y por su cuerpo voluptuoso.
Beba no aceptaba el paso del tiempo y tenía miedo de que Blancanieve la destronara de su popularidad entre el público chileno. Tanto es así que decidió tomar el toro por las astas y eliminar la competencia.
Un día, mientras Blancanieve volvía con su carro cargado de autoestereos, se topó con una viejita media encorbada que vendía curitas, agujas, alfileres e hilos de cóser. La señora le ofreció a nuestra muchacha un paquetito completo al modo de: No le vengo a vender... le vengo a regalar... y la pequeña muy astuta en el tema de la compraventa, analizó el precio y la sacó carpiendo al grito de: A mi me vas a pasar!!! Anda a revender a otra zona!!!
El primer intento de Beba, había fallado. Pero no sería el último.
A la semana siguiente, ya con Beba más caliente (y con Blancanieve con un contrato prefirmado con una bailanta chilena), hizo el segundo y más intrépido intento, una muerte natural.
Beba había averiguado que nuestra chica tenía una debilidad, las bolas de fraile. Podía llegar a comerse una docena sola, junto con una pava de mate. Es así que decide disfrazarse esta vez de vendedora de bolas de fraile y churros.
Y una tarde toca a la puerta de la casa de Blancanieve y le ofrece las tan ansiadas bolas. Los ojos de la muchacha quedaron como en un animal embalsamado, fijos en la canasta que contenía esa delicia. Angurrienta la guacha compró dos docenas... rellenas (estaba de antojo; aparte venía de un encuentro casual con la Gendarmería y quería recuperar fuerzas).
Pero no sabía que estaban envenenadas con una mezcla letal de aminoácidos, cardamomo, pastillas de baño y grana verde que le provocaría una muerte lenta.
Después de comerse una docena de bolas de fraile, Blancanieve salió en busca de un cargamento de Mp3, pero a los pocos kilómetros se empezó a sentir mal. Un revoltijo en su panza la hizo aminorar el tranco. Luego otro pero más fuerte, que pensó que venía acompañado de "algo más", pero sólo fue una ventosidad. Pero luego no pudo más y se metió en un bosquecito cercano para evacuar sus dudas, y encontrado el lugar sagrado y a medio desvestir cayó desvanecida y se dió la cabeza contra un tronco.
Y tuvo tanta suerte que pasaba una caravana de mineros (bajitos) que volvían de trabajar, quienes tropezaron con la joven y la creyeron muerta, pero luego de comprobar con métodos poco ortodoxos que todavía tenía vida, la cargaron y se la llevaron.
Blancanieve no despertaba y los mineros se impacientaban. Empezaron a sacar número para reavivarla, hasta que uno aguantó más y se le tiró encima al grito de: Ahijuna!!!!
Un poco torpe, el minero resbaló al trepar a la cama y cayó con los codos en el pecho de la pequeña con tanta fuerza que ésta emitió un tremendo eructo que le dejó un mechón blanco al minero en cuestión. Eran los gases del veneno de las bolas de fraile.
Entre el desparramo por el ruido, los mineros no se percataron de la presencia de su capataz, un muchachón alto y fornido que se acercó por el estruendo. Y ahí la vio, llena de tierra, con la ropa sucia, la cara manchada, un par de Mp3 en los bolsillos de la pollera, el pelo revuelto y unas medias 3/4 de nylon color beige. Fue amor a primera vista, la de él, porque ella tardó un rato en recobrar la conciencia completa (de esos momentos no hay grabación sobre que pasó con los mineros que quedaban).
Ya recuperada y luego de analizar los restos de bolas de fraile que quedaba en su casa, dio con la pista de Beba, a la cual fue a buscar con los mineros y le reventó el rancho.
Hoy Blancanieve vive en otra casa mejor, y ya montó un local más cerca de la frontera en el que vende cosas al estilo Todo por $2. Cada tanto, cuando su marido queda atrapado en la mina, ella le pide ayuda a Gendarmería.

2 comentarios:

Ally dijo...

Dios!!! Que buena historia!!! yo sabia que las cosas no eran como las contaban cuando heramos chicos jajaja!!!
Vi la entrada desde el dia que la escribiste , pero me quede sin internet !! por suerte ya tengo asique me vas ver mas seguido!!
Segui escribiendo !!
besotes!

Zalo dijo...

Hola Ally, me encanta que te guste, ahora estoy viendo de sacar a la luz otra verdad. Y ya que estoy te aviso que la entrada de "Quizás, tal vez", es autoría mia.
Un beso, seguimos en contacto.

PD; SI CREO EN E.T!!!!!


calle 7