domingo, 6 de julio de 2008

La verdad sobre... Cenicienta

Lugar: triple frontera.
Epoca del año: invierno.
Resulta ser que en un pueblito cerca de la triple frontera vivía Alicia Beatriz Dolores de Ramos Generales, comunmente llamada por el apodo de "Alibeadora" (de aquí en más "Ali"), sacado de las tareas domésticas que realizaba para ganarse el pan.
Ali trabajaba por horas, días, semanas, meses, años, e incluso llegó a arreglar un contrato para trabajar un década completa (con cama afuera).
Pero la parte que nos atañe es el momento de su revelación, cuando arrancó en una casa de fotografía en Paraguay. El horario era corrido de 6 de la mañana a 10 de la noche, y ella corría de aquí para allá adentro del local, porque sacaba, revelaba, enmarcaba, cobraba, y entregaba las fotos.
Una empleada tenía el local. Una empleada y cuatro jefas, las Bergolotio de Colgajo Romero; la madre, viuda de Colgajo Romero, y sus tres hijas, Azuzena, Zara y Zelene (anotadas con esos nombres por un problema de dicción de Don Colgajo de Romero).
La cuestión es que a Ali la explotaban y casi ni tiempo para ir a su casa tenía, así mayormente dormía en el local, al lado de los bidones de líquido revelador. De ahí su olor nauseabundo.
Ali tenía el pelo (va, lo que comunmente crece como pelo) de un color raro, ya que el líquido revelador de aportaba diversos "tonos sobre tonos" según la exposición al mismo. Tenía ondas en el pelo, y a veces lo tenía lacio, pero cuando se podía lavar lo tenía tipo "mota", sacado de su padre, Roberto Motta.
Un día mientras revelaba un rollo de 36, escuchó un parlante que avisaba a toda la comunidad argentino-paraguaya de un gran bailongo en el club del pueblo con banda invitada y todo.
La pobre Ali que ni tiempo para ir al baño tenía, cuando terminó su trabajo se fue a llorar junto a los bidones; y así pasó la noche y cuando ya el cansancio le ganaba tuvo una visión (que no fue Víctor Sueiro), fue su hada madrina.
El hada era en realidad madama del prostíbulo "Condonminio", y se hacía llamar Hada (la "h" era para darle cierta sofisticación al nombre); y se le acercó a Ali golpeando el vidrio del ventiluz del baño. Así fue que le llenó la cabeza diciéndole que afuera la esperaba otro mundo lleno de colores (los colores del prostíbulo).
Ali se vio llena de energía de nuevo y le dijo a Hada que quería ir al bailongo y reventar la noche con algún chongo paraguayo, y coordinaron que a la noche siguiente, la del bailongo, Hada le traería ropa para cambiarse y un desodorante de ambiente.
Y llegó la otra noche y Ali vio como las hermanas Colgajo se emperifolaban con unas polleras a lunares y salían aceitadas a mover el esqueleto a la noche paraguaya. Ni se imaginaban lo que pasaría más tarde.
El bailongo estaba hasta la manija porque el líder de la banda que cantaba esa noche atraía muchas mujeres, y muchas mujeres atraían muchos hombres. Héctor Octavio se hacía llamar el muchachote (una mezcla de brasileño-paraguayo que cuando no cantaba, se dedicaba a pasar armas en la frontera). Como locas las pibas. Todo marchaba bien, las Colgajo se apretaron a un patovica entre las tres para tratar de llegar al camarín del cantante. Ardidas estaban.
Hasta que de pronto, luego de tanto tema movido se apagaron las luces, apareció el humo y salió Héctor Octavio con una camisola blanca (al estilo pastor evangelista) entre el griterío de la multitud. Pero no sólo él apareció. También entró, colándose, Ali; vestida con una minifalda roja tan diminuta que parecía una vincha. Arriba una camisa anudada dejaba ver su ombligo (aún con restos de líquido revelador). Y todos se dieron vuelta para verla entrar... porque se llevó por delante al mozo y lo desparramó por el suelo. Pero el flechazo fue total.
Héctor Octavio no podía arrancar con el tema. Ella se acercó despacio al escenario y él la animó a subir. Entre ocho tipos la lograron levantar y subió. Allí, cerca de su ídolo, esperó que él le cantara el tema casi al oído ante la furtiva mirada de las Colgajo que hechaban espuma por las orejas.
Pero no todo fue perfecto porque en el medio del baile, cayó Hada a pedirle a Ali que devolviera las pilchas que le había prestado.
La cuestión es que todo terminó en una bataola donde chocaron sus fuerzas los gendarmes, los integrantes del grupo y la gente en general. Volaban las sillas y las botellas. En el revoleo Ali quedó semidesnuda y pudo arroparse con un mantel que decía "Soda Coco", y se perdió entre la multitud.
Al otro día, ya en el trabajo en la puerta la atajaron las hermanas Colgajo como para lincharla y vendérsela a Hada para el prostíbulo. Ali no pudo zafar de la situación porque los gendarmes estaba de parte de las hermanas (que ya se los habían pasado a todos), así que esperó que llegara Hada a llevársela.
Ya cambiada y limpia en el prostíbulo, Hada le prestó la misma ropa que le había dado para el baile. Y mientras Ali pensaba en como sería su nueva vida, la llamaron para el primer cliente. Y quien era el desubicado que iba al prostíbulo a las 11 de la mañana? Era Héctor Octavio, que traía cierta resaca del bailongo.
Pero al verla parada en la puerta de la pieza Héctor recobró la memoria instantáneamente y cayó (borracho) a los pies de Ali.
Se escaparon por la ventana y nadie supo más de ellos. Dicen que se cambiaron los nombres y pusieron una verdulería en Misiones. Héctor Octavio todavía pasa armas en la frontera cada tanto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me siento totalmente identificada con esta muchacha , no solo por lo que me gusta la cumbia y musica de bailongo (?), y por como me queda el pelo los dias donde lo que mata es la humedad.. sino por su lucha por ser alguien mejor dia a dia y el empeño que pone en crecer profesionalmente.. hace lo que sea.. es gauchita, como una..jaja
No, ahora enserio.. definitivamente, lo infantil es lo tuyo, ya te dije, el proximo Mario Eleno Walsh, un poco de canto.. y estas hecho!
Besos y exitos! de una Re, para un Re.
PD: Proximamente.. El Rey León!


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