miércoles, 2 de abril de 2008

Pamela.. que pan dulce!

Un año complicado para los argentinos, y ya no recuerdo bien el año, creo que uno de tantos como los que desgraciadamente nos vienen pasando.
Y pasó el año y se nos vino la Navidad, y la pasamos en casa. Y como dije antes, la economía argentina no marchaba muy bien, por lo que empezamos a ajustar el presupuesto navideño. Así que las primeras marcas fueron desplazadas por segundas y hasta terceras. Así pasó por la caja del super una sidra de dudoso aspecto y fecha de vencimiento desconocida, garrapiñadas que parecían alimento balanceado, turrones que tenían tres maníes por metro cuadrado (no piensen en almendras), unos confites de colores para dar un poco de alegría a la mesa y el pan dulce.
Porque éste es la estrella de la mesa. Y en las panaderías te lo cobraran casi como si hubieras comprado a la hija del panadero, y si tenía nueces, almendras o castañas te llevaba la mitad del aguinaldo.
Y todavía no se quien fue, pero lo compraron. Pan dulce de mesa decía la etiqueta, como reafirmando que tenías que comerlo sentado o con una mesa cerca. La marca... Pan Dulce... Pamela.
Y hasta publicidad en TV tenía, la cual mostraba a una chica con un remerita y un minishort que ya no recuerdo el color. Es obvio que la cara de la chica tampoco era importante, porque el spot la enfocaba caminando desde atrás y una voz en off le decía: Pamela... (ella giraba la cabeza) Que "Pandulce". Eso era todo.
Y esa noche de navidad, llegaron a casa tía Teresa, Gaby, Nec y tío Luis.
Comimos algo típico como pionono o matambre con ensalada rusa, algún vino termino medio, una gaseosa o jugo y listo. Hasta ahí todo bien, terminamos de cenar y vino el postre. Y más tarde se armó la mesa con los turrones, el maní con chocolate, los confites, las garrapiñadas, la sidra, y el pan dulce.
Abrimos todo como para consumirlo y que no se echara a perder. El turrón se ablandó al sacarlo del paquete, las garrapiñadas se unieron en una masa pegajosa que hacía imposible agarrarlas de a una, los confites eran como bolitas de rulemán, la sidra tenía gas... cuando la envasaron, porque cuando la abrimos no lo encontramos (calculo que alguno llegó ponerle soda). Y brindamos, regalos, besos, agradecimientos pero... faltaba lo más importante, el pan dulce.
Se abrió el paquete. Ni olor tenía, las frutas estaban en extinción, y tenía esa textura media seca y vieja, pero nadie decía nada, por respeto supongo. Hasta que llegó la palabra que nadie se atrevía a decir.
Y fue tío Luis, quien con un pedazo de pan dulce en la boca lo dijo: Este pan dulce está como el culo de la Pamela. Tenía razón.

1 comentario:

Néc dijo...

Gracias Gonza, no recordaba la anécdota, me hiciste reir mucho y acordarme de esas cosas que tenía mi viejo, que todavía me humedecen los ojos cuando pienso en el.
Un abrazo muy grande.


calle 7