domingo, 20 de abril de 2008

Yerba mala

Los veranos a veces nos íbamos de vacaciones lejos y otras veces no, y las veces que no, nos quedábamos en alguna playa cercana. Y estaba bueno igual, porque cuando uno es chico, lo importante es tener un lugar para corretear y divertirse.
Y siempre me divertí, pero a su vez siempre fui "medio boleado", caminaba sin mirar lo importante: el suelo.
Resulta ser que andaba "cazando cachirlas" por la playa, juntando cosas que trae el agua, examinando camalotes y esas cosas raras, hasta que el calor hizo que quisiera darme un chapuzón para refrescarme. Y que hacen los chicos cuando van al agua... corren. Corrí y metí un panzazo terrible, y al rato salí... corriendo, y no la vi, sinceramente no la vi. Una almeja del tamaño de una naranja sobresalía de la arena cual estaca de trampa en un pozo. Tajo colosal resultó ser cuando levanté el pié. Casí ni tiempo a gritar me dio. Mi viejo que venía atrás me levantó y me llevó hasta la carpa a curarme. Hasta ahí llegué ese día, me quedé en la carpa medio lloriquendo y con la pata para arriba.
Volvímos a casa y al otro día mi viejo me llevó al hospital para que me viera un médico. Bueno... esa era la idea en un primer momento. Al hospital llegamos. Esperé en la guardia y entramos.
Un tipo medio pelado, de chaquetilla blanca y con apellido que ya no recuerdo (yo por ese entonces tenía unos 9 o 10 años), me atendió, me revisó la herida, me aplicó la antitetánica, no sin antes preguntarme como me había hecho el tajo y esas cosas de rigor.
Todo parecía normal hasta ahí, hasta que de pronto el médico se puso a hablar con mi viejo y a explicarle la situación ante un corte semejante. A medida que iba hablando a mi viejo se le endurecía el rostro, y yo medio distraído alcancé a entender como que había pasado el tiempo para darme la vacuna (que ya me habían dado), y que había una posibilidad de que me agarra tétano y algo mucho peor. Pero el médico no tuvo mejor idea que decirlo delante mío. Y a la salida, le pregunté a mi viejo: Pá, ese señor dijo que me puedo morir?, y ese fue el detonador que casi deja sin un médico al hospital, porque mi progenitor lo quería recagar a trompadas al fulano ese.
La cuestión es que pasó el tiempo, el tajo cicatrizó y hoy lo luzco casi con orgullo, como la cicatriz de una batalla.

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