lunes, 7 de abril de 2008

Que grande esta familia...


Otro trabajo, pero esta vez más comunitario o social. Censista. La cuenta era fácil: poco tiempo, un lugar cercano para censar, no muy grande y buena plata. Error.
Llegué a ser censista porque estaba dando clases en una escuela (pero eso es otra historia), y llegué como "maestro". Y fui a prepararme con el resto de las/los maestras/os a una escuela a la que venían a informarnos cómo hacer el trabajo y bien.
Eran como 30 o 40 maestros y maestras de primaria, secundaria, jardín y yo que era como un híbrido. El quilombo alcanzaba ribetes inadmisibles porque todos hablaban, y se sabe que los educadores tienden a levantar la voz en el salón para que los niños los escuchen. Así que imaginense a 30 maestros juntos y nerviosos por la espera. Solo faltaba el "pogo".
La explicación duraba unos 25 minutos, pero claro está que en este caso llegamos a estar 2 horas y media con preguntas que hacían dudar de los conocimientos "primarios" de algunos.
Pero pude zafar de esa interminable situación y fui a casa con los papeles casi listos para salir. Al otro día nos dieron las zonas y allá fui.
Pero lo que a simple vista era fácil y tranquilo, se fue complicando a medida que iban pasando las casas. Porque caí en la cuenta de que la gente ve al censista como un siniestro personaje que intenta descubrir un pasado oscuro y oculto por mucho tiempo, y en realidad solo se pregunta la edad.
Ya llegando al final de mi recorrida y enquilombado a más no poder con los papeles, las lapiceras, las gomas de borrar, las listas y los planos de la zona, me acerco a una casa antigua, de esas que no se distingue cual es la entrada principal. Un paredón a medio caer y un par de puertas.
Toqué la que me pareció, y salió una nena de unos 5 años. Está tu mamá o tu papá? No hubo respuesta, solo salió corriendo hacia adentro. Me quedé solo. Toqué otra vez. Otro chico, esta vez un nene al que le hago la misma pregunta y vuelve a salir corriendo. Empecé a sospechar que no podía animar fiestas infantiles, o que tenía algún tipo de mirada diabólica, o que sufría de alguna malformación terrible, o sólo era mi cara de boludo.
Al tercer intento, sale una nena un poco más grande y escucho que responde a mi pregunta con un: Voy a llamar a mi tío. Al fin un mayor pensé. No. Tenía unos 15 años, pero bueno, era lo que había. Me hicieron pasar al patio y me acomodé para sacar las planillas y empezar con el cuestionario. Entonces me sentí como un explorador que visita un lugar desconocido, porque empezaron a salir de todas las puertas y recovecos de la casa chicos, de todas las edades, mujeres y hombres. Parecía que me estaban esperando. Por las dudas atiné a sonreir y quedarme quieto.
Se complicó un poco con el idioma, porque era castellano, o eso alcancé a comprender, pero estaba muy atravesado o muy "aprovicinciado". Una hora estuve tratando de hacerme entender y llegué a la cuarta pregunta. Cuántas personas habitan la casa? Unos 25 calculé a vuelo de pájaro. No sabía si se apilaban o si tenían sótano. De toda esa gente, sólo uno trabajaba.
Otra media hora más y casi estaba terminando todo el informe del censo cuando de pronto entra un hombre al patio donde yo estaba (rodeado por toda la gente) y pensé que era visita. Error.
Al muchacho que había estado encuestando porque creí entender que era el jefe de familia, no lo era; era un primo segundo o algo así. El que había llegado era el padre. Tuve que rehacer toda la encuesta. El padre hablaba más atravesado.

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calle 7