domingo, 13 de abril de 2008

Peluqueros... no coiffure

Nada mejor que usar el pelo corto pensé una vez. Y bueno, durante una época me lo cortaba corto (cuando se usaba largo, debe ser por eso que recuerdo siempre la publicidad de Heineken "No sigas a la manada"). Y uno pensará que usando el pelo corto no hay riesgos. Error. Yo diría que hay más...
Una mañana fresca de mayo, que fui en busca de un peluqero, caí por obra y gracia de sabe quien en la peluquería de los Hermanos Saettone. Eran como los alpines, tres, pero no venían de la guerra.
Al entrar se respiraba otro aire, era como entrar a otra época. En la que se usaba "gomina" y el cabello largo era sólo de las mujeres.
Todo el local parecía que se mantenía impávido al paso del tiempo, más precisamente en la década del '50 creo o antes también. Todo el mobiliario acompañaba, los sillones de peluquería, las bachas para lavar la cabeza, los elementos para afeitarse, los muebles con los espejos desgastados, el piso de madera, la poca luz que entraba al lugar, y los hermanos también acompañaban. Entre los 3 creo que juntaban unos 250 años.
Llegué a media mañana, el sol daba de frente al local. Y entré casi como la luz, pidiendo permiso. Y ahí estaban, con su chaquetilla blanca, pelo corto, afeitados, ni un pelo fuera de lugar. Me sentí como en la máquina del tiempo.
Vi como le estaban cortando a otro tipo y muy amablemente me preguntan si me iba a cortar. Obvio pensé, no vine a levantar quiniela. Y en ese momento atendían dos de los 3 hermanos.
No recuerdo el nombre del que me cortó. Bueno, cortó es un decir. Porque veamos, le dije que me cortaba cortito y medio parejo en toda la cabeza, cosa que no había como pifiarle y lo que escuché como el ruido de las tijeras mientras me cortaban, no era precisamente eso, más bien si, pero era el ruido que hacía la tijera con el perno flojo movida por la mano, temblorosa y movediza.
Cuando el ruido acabó, casi sin darme cuenta se me había avalanzado sobre un costado y cortado a la altura de la oreja la patilla; aquella que yo cuidaba con cariño debido a la falta de crecimiento de pelo. Me la destrozó en un santiamén y no le podía decir que me la volviera a pegar.
Semifrustrado por eso, pero con el pelo al fin corto, me traté de mirar en el espejo y alcancé a ver una figura que se parecía a mi, pero con el pelo corto.
Llegué a casa, saludé y vi como me miraban mi vieja, mi viejo, mi hermana y mi abuela. No sabían que decirme, hasta que mi adorable pero realista madre soltó: Gonzalo... vos te miraste en el espejo? Anda a mirarte al baño.
Parecía como si hubiera trabajado de extra en la película Los Pájaros y ellos me hubieran destrozado el mate a picotones. Ahí entendí varias cosas. Que la gente tiene que jubilarse, que entraba poca luz a propósito a la peluquería, que cobraban muy barato y que de ahí en más usaría el pelo largo.

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