martes, 1 de abril de 2008
Una mente brillante
Explorador tendría que haber sido, porque me encantaba explorar en todo sentido. Y tuve en mi infancia diferentes exploraciones. Desarmaba todo tipo de cosas, todo lo que tenía tornillos, y si tenía muchos tornillos mejor, porque era más grande el desafío de que al final no sobrara ninguno.
Y quien no indagó o desarmó algún artefacto hogareño roto u olvidado? Y yo me metí con las radios, el fascinante mundo de las radios, de todos los tamaños, formas y colores, onda corta y larga, AM y FM, cualquiera venía bien para el desarmando. Que es lo fácil.
Así que como un perito forense inexperto, me metía dentro de las radios y miraba las cosas como tratando de que los transistores y las plaquetas me hablaran.
Y todo esto tenía un costo. Las pilas.
Ese bien tan preciado como el oro para mí en esas épocas. Y la verdad es que escaceaban y eran caras para mi presupuesto por entonces. Así que me dedicaba a mendigar pilas usadas, o tratar de comprar de vez en cuando. Porque entre tanto arme y desarme y probar las radios, las pilas me duraban lo que un helado al sol. Nunca conseguía de las alcalinas, siempre de las "otras", las Eveready o las Varta (que sospechaba que ya venían gastadas de fábrica).
Así que cuando no tenía pilas para experimentar las ponía al sol a cargar como había escuchado por ahí, que es casi como secar la yerba al sol. Pero que pasaba... el "calentamiento pilar" no funcionaba, porque ni llegaba a subir el volúmen que ya se perdía la señal radial.
Pero un día tuve un momento de iluminación. Y puse todo mi esfuerzo en lograr lo que para mi era casi como digno de un premio Nobel. Por esa época tenía una maquinita de chapa que pasaba películas como en el cine, y constaba de dos rollitos de papel en dos carreteles uno arriba y otro abajo, un tubo al estilo telescopio, y una lámpara que hacía las veces de reflector.
Entonces tomé la máquina en cuestión, la saqué una tapa que tenía arriba y la lamparita, me senté en el suelo, la conecté en el toma que tenía debajo de la cama, y con el cuidado de un experto del escuadrón antibomba, tomé una de mis pilas descargadas.
Lo que siguió fue lo contrario a mi momento de iluminación, más bien de fogonazo, porque eso fue lo que alcancé a ver antes de las sombras y oscuridad... en toda la casa. Y después esa señal del cielo que te aclara las cosas... Que hiciste Gonzaloooo!!! gritó mi vieja.
No pude despegar la pila del portalámparas de mi máquina para ver pelis, que nunca volvía a usar. Y la pila no se cargó.
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