lunes, 31 de marzo de 2008
Error de cálculo
Y la cosa se venía complicando, no mucho, pero si para tener que verdadera y literalmente estudiar. Así que decidímos juntarnos a estudiar. Así lo hicimos o por lo menos lo intentamos, porque al cabo de unos minutos todo era un caos. Nueve personas hablando de cualquier cosa menos de la materia.
Así pasaban temas como la moda, la tele, el cine, las salidas, los recitales, la que se había cortado el pelo, el ayudante que se transaba a tal alumna, la ultima borrachera, el último capítulo de 'Gasolersos' y cosas por el estilo; y pasaban los mates (o una infusión verdosa con ganas de serlo), el café, el té y cualquier otra cosa que te mantuviera despierto.
Estas reuniones al estilo 'Vulnerables' duraron una o dos semanas máximo, y llegada la fecha, nadie tenía algo claro de lo que íbamos a rendir.
Y entró el pánico, la desesperación por tratar de comerse las fotocopias tratando de que el cerebro las asimilara y así poder aunque sea zafar. El caos era cada vez mayor, parecíamos una tripulación que después de meses y meses de navegacion no ve tierra ni en la cubierta del barco; estábamos a la deriva. Algunos se aferraban a los resúmenes incompletos sacados de las fotocopias incompletas también.
Otros optaban los cuadros sinópticos, o los conjuntos para los más rudimentarios. Otros pedían a la virgen y al cualquiera que llevara túnica. Otros pensaban viajar al Congo y mandar certificado, otros enfermarse de algo muy contagioso, y los más osados hasta pensaban en tirarse debajo del tren.
Pero logramos enfrentar la realidad y allá fuimos al parcial a las 7 de la mañana. A copiarnos.
El aula era un auditorio, así que daba para intentar algún tipo de "ayuda memoria". Todos teníamos resúmenes, fotocopias o cualquier cosas que sirviera para el caso. Tema 1. Tema 2. La luz era tenue así que más a favor; entonces nos acomodamos en hilera, con block en mano y papeles escondidos. Y los últimos en llegar fueron los que habían conseguido (como siempre) a última hora unas fotocopias de unos resúmes casi milagrosos según decían.
El silencio era casi de misa, esperando que el titular arrancara con las preguntas. Nos mirábamos como en el patíbulo, las manos nos sudaban y las lapiceras giraban en nuestras manos como si fuerámos bastoneras. Y pasó lo inexplicable. Esa señal de que algo no va a salir bien. Que los astros no te acompañan y que los dioses no están con vos.
Un grito, un sólo grito y venía de nuestro grupo. Una de las chicas al borde de las desesperación sólo atinó a gritar a viva voz... Me las sacó cortadas!!!! Diego... me las sacó cortadas!!!!.
Nunca volvimos a llevar fotocopias.
domingo, 30 de marzo de 2008
Un corte y una quebrada
Y como dije antes, la cosa estaba jodida, y el "mango" era para "morfar". Así que cada vez iba más espaciado a la peluquería, y como el pelo me crecía y me crece con cierta rapidez, se me formaba una mata importante, que a la mañana me hacía ver como "Clarence" de Daktari, y resultaba indomable hasta para el más intrépido gel "wetlook". Tenía un problema.
Y como resolverlo? La peluquería.
Pero sin plata... a donde ir? En casa, imposible, salvo que me rapara o quisiera tener la cabeza como Hellraiser. Un/a pariente peluquero no tenía ni a la vista. Un amigo/a peluquera tampoco. Pero por suerte estaba mi viejo, que en estos casos de supervivencia estilística se le ocurrió llevarme a una peluquería "social". Si, era social porque quedaba en una Unidad Básica, y como el nombre lo dice la peluquería también era básica. Y no se de donde ni como, mi viejo lo conocía al peluquero en cuestión. Bah, yo creía que era peluquero.
Allá fuimos, mi viejo, mi cabeza y yo. Y uno se hace la idea de una peluquería, pero esta no se aproximaba ni a sentarse en la silla de tu casa mientras tu vieja te achura las crines.
Dos manos, morocho, de bigotes, cara gentil, ojos medio saltones y mirada tranquilizadora. Así era el hombre que me cortó el pelo (a esta altura no me atrevo a llamarlo peluquero), y bueno... mientras me sentaba se puso a charlar con mi viejo, y empezamos.
Sacó tijera, peine, y poca cosas más. Ni agua creo que tenía. Entonces traté de guiarlo en mi desconocimiento para que me cortara más o menos decente. El seguía charlando con mi viejo (creo que ahí está el problema).
Luego de unos 20 o 25 minutos, me dice, y ahora te corto acá y si querés te dejo como "Comitas". Si, si, "Comitas". Después me enteré de que era un jugador de futbol conocido (Jorge Comas).
Yo, a esto que me dijo no le di importancia porque me quería ir. Ya estaba terminando. Ahh... un detalle importante, no tenía espejo. Así que solo podía ver la cara de mi padre a manera de referencia.
Terminó, me limpió, me sacudió los pelos, y me paré para verme en algún lado que reflejara. Nada. No encontré ni un azulejo. Lo miro a mi viejo que se despedía del tipo este. Me mira. Lo miro. Me vuelve a mirar. Y ahí lo supe. Estaba tentado de la risa. A la salida y apiadándose de mi, mi viejo me alcanzó una gorra.
sábado, 29 de marzo de 2008
Deportes Extremos II
Lo difícil no es el trámite en si, sino el trayecto. Serían unos pocos pasos para cualquier mortal, pero no; uno tiene que transformarse en Highlander para no morir en el intento. Y pruebas hay a patadas porque nunca falta un conocido, familiar, amigo o uno mismo que haya pasado por los avatares de encarar cualquier mísero trámite.
Primero hay que averiguar donde se hace el trámite. Llegás y no hay una cartelera que sepa indicarte si tenés que subir o bajar para encontrar la oficina que buscás, a la cual llegás como se llega a Roma, preguntando. Y esta es la parte más fácil, porque una vez llegados vemos el porque podemos empezar a flaquear.
Unas 50 personas para una sola ventanilla. Hacemos la cola sin saber si ésta es la que nos sirve, y luego de 40 minutos, nos atiende la sobrina de alguien amigo de uno que tiene relación con otro que anda con la novia de uno que conoce a un pariente de la mujer del consuegro del encargado de contratar gente en ese lugar. Ahhhh. Y, con cara de ayer tomé demasiado, nos dice que saquemos número para otra ventanilla encargada de recibirnos para iniciar el trámite.
Vamos a la otra ventanilla que está un poco más despoblada, y nos dan el número gentilmente. El 562. Van por el 316. Así que nos damos cuenta de que tenemos que volver al otro día.
Volvemos contentos porque ya sabemos como llegar, y resulta que el número que era para iniciar el trámite no lo era. Era para que nos pasaran con otro tipo que nos dice que papeles tenemos que traer. Cuando nos dan un lista con requisitos y papeles como para volar en la NASA, nos vamos. Juntamos todo y volvemos, cargados de papeles y paciencia. Llegamos buscando la cara conocida del mismo tipo que nos atendió, pero no, está de licencia. Caemos con otro que nos aclara que nos falta la fotocopia de la parte de abajo de la tercer hoja del certificado bucodental de nuestro bisabuelo.
Volvemos con eso y podemos iniciar el trámite. No. Resulta que la persona que inicia el trámite también está de licencia, y tenemos que volver otro día. Volvemos a la semana y lo iniciamos.
Así se espera un tiempo en el que uno hasta podría plantar palmeras y verlas crecer hasta 5 metros de altura. Volvemos y que pasa. Hay paro de actividades por pedido de liberación de un compañero preso político.
Otra semana. Volvemos y que pasó... el trámite está hecho, casi un milagro. Pero no termina la cosa ahí, porque tenemos que sellarlo en otra oficina, dos pisos más arriba. Que está de paro también pero por otro motivo.
Otra semana y volvemos, lo sellamos luego de hacer 3 horas de cola y nos vamos a presentar los papeles del trámite que iniciamos hace dos meses.
Llegamos como vueltos de Saigón con todas las tropas vietnamitas detrás nuestro, con la presión por las nubes, sin un mango, con sed, ampollas en los pies, dolor de cabeza, y todos los papeles revueltos pero... el período para presentar los papeles se venció el día anterior. Y ahí nos damos cuenta de una cosa que pensamos que podíamos obviar... darle el trámite a un gestor.
jueves, 27 de marzo de 2008
Deportes extremos
Algo difícil, una tarea a veces titánica, una tarea digna del Iron Man, algo para lo que hay que prepararse y entrenar. Salir de compras.
Tengamos en cuenta algunos factores. Hacerlo de mañana significa que tiene que ser temprano porque el tiempo transcurre más rápido. Pensar que vamos a comprar y plantearnos por lo menos 3 ó 4 alternativas. Llevar lo imprescindible, plata y poca cosa más; nada de carteras, mochilas, o bolsitos porque luego de 45' de caminata en la jungla de asfalto uno tiende a dejarlos en cualquier lado. No llevar armas blancas ni armas de fuego. Y si queremos que el desafío sea completo, salgamos un sábado no importa el horario. Porque el sábado es para valientes, para corajudos.
Ya inmersos en la caminata, vemos como que en el horizonte las cabezas se multiplican hasta el infinito. Y hay de todo y para todos los gustos. Está la familia de 8 o 9 integrantes, tipo grupo de cumbia, que ocupan todo el ancho de la vereda y más, porque llevan hasta el canario, y los pibes se les dispersan como pochoclos saltarines. Calma. Si pasamos este escollo, tenemos la gente que va a 45, y nosotros vamos a 78, pero los pasamos y vemos que hay más. Calma. Después están los vendedores de CD's y DVD's truchos, que proliferan como conejos, y ocupan la mitad de la vereda (para estos casos ir a comprar unos borcegos militares pesados y... uy! no vi las cajitas!, para que aprendan). Calma. Después están los que se encuentran, porque la gente se encuentra, y se arma un "piquete de la amistad" donde se despliegan abrazos, apretones de manos, charlas, y sobre todo gente (esto suele darse en las esquinas). Calma. Más adelante están los volanteros, que te ven venir con bolsas en las dos manos y sin decirte nada, te chumban el volante, como si fueran autistas o mimos mal aprendidos. Y un espécimen complicado son los que te enchufan casi a la fuerza el almanaque zodiacal, para luego intentar sacarte una moneda; esos son terribles y seguidores como perro de sulky, y hay que saber identificarlos con tiempo.
Pero pese a todo, llegamos a destino, y que nos pasa... el local está hasta las manos. Porque la gente sale comprar como si fuera el último día, y generalmente la gente "sabatina" no sabe que quiere comprar, y las/los vendedores tampoco saben que ofrecer. Calma. Entonces te encontrás mirando al vendedor de zapatos tratando de hacerle entender de que por más que intentes y te envaselines las patas, no te va a entrar un zapato dos números menos que el tuyo. Calma. O al que te quiere vender un jean que apenas lo ves, sabés que no te pasa ni las rodillas, o que entrás dos veces, pero te dicen... si le tomás un poquito te queda bárbaro. Calma. Pero no todo está perdido!, porque encontraste eso que tanto querías y entrás a comprarlo... y no hay casi gente en el local... y te gusta el color, la textura, la confección... pero no es tu talle. Calma.
Lo bueno de esto es que, una vez que tengas eso que no querías y no sabías que ibas a comprar, llegás a tu casa con ganas de cambiarlo. Otra vez será.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Experiencia religiosa
No recuerdo la mudanza, pero recuerdo los primeros días en la nueva escuela primaria. Habían pasado las vacaciones de invierno. Una mañana me entero que salíamos en delegación para la iglesia, que estaba a media cuadra de la escuela, pero el tema era salir, cosa que todos queríamos. Así que se organizaron los grados que iban a ir y allá fue 4º grado A, conmigo como integrante nuevo.
Y nuevo también era para mi ir a la iglesia, porque no conocía ni el lugar, ni los sacramentos, ni la Comunión, ni nada de lo que adentro sucediera. También arrancó 3º grado, el de mi hermana, que si conocía el tema cristiano.
Salimos de la escuela y yo todavía no tenía idea de a qué ibamos. Pero llegamos y nos acomodaron sentados en los bancos y callados como en misa. Era una misa. Había quedado lejos de mi maestra y no me animaba a preguntar que pasaba; veía como todos repetían algo, pero no sabía que era. Por respeto guardé silencio. Tampoco a ninguno de mis nuevos compañeros le pregunté que pasaba.
La misa terminó y yo pensé, bueno, nos vamos después de este bodrio que no entendí ni medio. Resulta que no termino ahí la cosa, porque nos hicieron sentar y empezó otra cosa. Hasta que veo que mi hermana, desde los bancos que estaban del otro lado, me hacía señas como perdida en una isla desierta; y yo como es costumbre ni bolilla le dí, porque ya nos habían hecho parar y estaba atento a la orden de mi maestra.
Nos hizo formar fila y allá fui donde iba toda la masa de niños. Hacia el cura que había dado la misa y ahora entregaba algo. Que era no sabía, porque no alcanzaba a ver. Pero como me lo iba a perder si ya estaba ahí; ni loco. Mi hermana me ve pasar y me fulmina con la mirada. Yo contento, no alcancé a oirla. Hasta que veo que los de adelante abrían la boca y murmuraban algo. Y llega mi turno, abro la boca y me dan "una galletita" pensé. No dije nada y salí para el costado, masticando. Rica, de sabor suave, pero poco llenadora.
Me fui de la iglesia y no vi más a mi hermana hasta la salida de la escuela. Tocó el timbre y salí corriendo para casa, contento para contar mi nueva experiencia religiosa, yo que lo único que tenía era el bautismo, yo que ni idea de la cristiandad. Cuando llego a casa ya estaba mi hermana, y casi llorando y con indignación le dice a mi mamá. Tomó la Comunión!!!
Ah, la galletita pensé. Amén.
martes, 25 de marzo de 2008
Arte culinario
Vas a necesitar lo siguiente: Harina leudante, azúcar común e impalpable, manteca, escencia de vainilla, huevos (colorados), coco rallado y dulce de leche (el que te guste a vos, repostero o común), y además un molde para tarta de unos 22 o 24 centimetros de diámetro o cualquier otra cosa que quieras con la forma que quieras.
Hacé así, rompés dos huevos colorados y los mezclas con 100 grs. de azúcar y un chorritín de escencia de vainilla. Batilo y mientras tanto le agregás de a poco unos 200 o 220 grs. de coco rallado y lo mezclás todo bien. Apartalo y dejalo reposar para que se "amigue" todo.
Por otro lado agarrás unos 200 grs. de manteca a punto pomada, le agregas unos 150 grs. de azúcar y los mezclas. Después le sumás un huevo colorado (o dos según el tamaño) y un chorrito de escencia de vainilla. Mezclás un poco nomás (no mucho) y le vas agregando de a poco unos 250 grs. de harina leudante. Te tiene que quedar una masa quebrada que le dicen. Con esta masa forrás el molde que elegiste (que antes enmantecaste) y ponés 500 grs. de dulce de leche. Arriba vas a poner la mezcla del coco con el resto de las cosas y lo aplanás bien. Así como está lo mandas a horno medio o medio fuerte unos 20 o 25 minutos aprox. y lo controlás porque es una pena que se queme.
Cuando ya pinchás con un cuchillo la masa y apenas se pega algo, lo sacás, lo dejás enfriar y más tarde lo desmoldás. Listo, lo último que te recomiendo es que no lo cortes en pedazos muy grandes, porque no cualquiera se los banca. Provecho.
lunes, 24 de marzo de 2008
En el bando equivocado
Estaba en 3º grado y se acercaban las Invasiones Inglesas, y en la escuela se estaba organizando un acto por el tema; un acto con mayúsculas para la ocasión, en donde participarían muchos "alumnos extras" y habría muchas representaciones de la fecha histórica.
Nadie en el aula sabía cuando, pero llegó al final el día y nos avisaron que se necesitaban voluntarios, y ahí me anoté "a la voz de aura" y contento como perro con dos colas. Me dieron el papel y las cosas que necesitaba para representarlo. Cuando llegué a casa emocionado conté la increíble noticia.
-Voy a actuar en la escuela! casi grité.
-Y de qué pregunta mi madre.
-De inglés (ni letra para decir tenía).
Y ahí noté como la primer sonrisa de mi vieja se transformaba en una mueca que más tarde aprendí a descifrar. Pero no aflojé, y con el apoyo familiar me armé con el "traje inglés". Unos calzoncillos largos de frisa fueron los pantalones; unas botas de lluvia de plastigoma y luego pintadas de negro creo que con témpera, fuerton las botas de montar; la chaquetilla del uniforme era de cartón pintado rojo y negro la igual que el gorro, que hasta una piola tenía que me pasaba por debajo del mentón; abajo de la pechera tenía una camiseta roja y para rematar mi viejo me había armado un fusil de madera con bayoneta y todo. Un producción digna de Hollywood.
Ensayamos como 5 veces antes del día del acto, todos contentos y entusiasmados. Hasta que llego el día y allá fui, con mis primeros nervios por enfrentar el escenario y las manos sudorosas. Me cambié con ayuda de mis padres, me acomodé en silencio con el resto del ejército inglés y esperé la tan ansiada orden de la maestra.
Entren ahora!!
Y erámos como 30 que entramos a grito pelado a enfrentarnos en batalla con otros 30 del otro lado. Al tercer paso que hice, me mata un criollo, y caigo al piso. Me hice el muerto gritando de Agh! (improvisé). No pasaron ni 10 segundos y alguien ya me arrastraba fuera del escenario. Contento y lleno de tierra, porque el escenario era de madera, fui con mis viejos que me estaban esperando y volví a ver esa mueca en la cara de mi mamá. El fusil con bayoneta no lo usé ese día.
viernes, 21 de marzo de 2008
Batman murió
Era Mayo. Esos días en que ni frio ni calor hace. Era de noche, tarde, tipo 2 AM calculo y estaba llegando a casa como siempre después del diario, venía caminando tranquilo por calle 12, bien iluminada y remodelada no hacía mucho. Miraba las vidrieras de noche. Una zapatería, un local de ropa de mujer, uno de hombre, el banco, uno con cortinas que no dejan ver, otro con las que no. Y de repente la casa de cotillón con su globos, guirnaldas, máscaras, antifaces, y disfraces. Y lo ví, el disfraz de Batman, o el intento de serlo. Calculo que fue la primer señal.
Seguí hasta casa por la misma calle; no hacia mucho había visto Batman Begins, una película que muestra el lado más humano y conflictivo de un super héroe. Y venía recordando escenas del film. Otra señal.
Al doblar la esquina, el puesto de flores 24 horas, el mismo empleado de todas las noches durmiendo sobre bolsas de tierra negra con mucho humus. Ni mosqueó cuando pasé por al lado pisando algunas hojas secas en la vereda. Justo esa cuadra es oscura. Bastante oscura, y la luz se filtra muy poco entre los árboles. Otra señal.
Llegué al departamento. No hacía un mes que me había mudado. Tenía pocas cosas todavía. Dos sillas, un mueble, el equipo de música, la computadora, una cama, elementos de cocina y limpieza. Lo elemental en esos casos, porque uno después va completando su hábitat.
Llamo el ascensor que tarda en bajar. Es chiquito, antiguo, medio lúgubre, y cuando voy a subir, me doy cuenta de que le falta luz. Más lúgubre todavía. Me miro en el espejo y veo a un tipo de color verde medio pálido, sin sombras que marquen demasiado los rasgos de la cara. Era yo. Así que antes de asustarme conmigo, metí la mano a donde creía que estaba la luz que no prendía y toqué el tubo. Media vuelta hacia un lado y hacia otro y arrancó. Otra señal.
Llave en mano, cansado y con sueño esta vez, entré. Prendí la luz, y recordé que todavía no tenía un artefacto en el living, por lo que la lámpara de bajo consumo era muy penosa y más cuando recién prendía. Dejé la mochila, fui a la cocina por un vaso de jugo y luego de tomarlo, encaré a la pieza. La puerta estaba cerrada.
No lo noté antes de abrir la puerta, ni lo escuché, pero ahí estaba. Abrí la puerta y por mi cabeza no pasaron raros pensamientos, pasó un murciélago. Medio negrito, medio gris oscuro. BRRRRRRR!. BRRRRRRR!. BRRRRRRR! Tres veces pasó, hasta que fue a quedarse en la soga de la cortina de enrollar de la ventana de la pieza. Cerré la puerta. Pensé. Era mi primer encuentro con un murciélago, y susto teníamos los dos. Los dos sabíamos que existíamos, pero nunca nos habíamos visto las caras.
Cerré la puerta de la pieza, me fui a la cocina y analicé la situación. La ventana estaba cerrada, o sea que no podía espantarlo para que saliera volando por allí. Y no quería sacarlo de la pieza y que me revoloteara por todo el departamento dándose la cabeza contra la pared, ni tampoco iba a dormir en el living. Así que tras descartar mandarle una carta documento para su desalojo, tomé un escobillón para "barrer" con su presencia de mi pieza.
Tomé el escobillón por el mango y fui para la pieza. Las piernas no me temblaban, pero el pulso si. Entré y lo vi aferrado a la soga de la cortina con sus pequeñas manitas. Hasta tierno parecía. Lo atrapé con la tapa de la soga y chilló e intentó aletear. Fue horrible, como un chillido que traspasaba las paredes pensaba yo. No sabía si me iba a animar o no, pero tomé la dura decisión, y aunque intenté desmayarlo, justó en el momento del golpe se me quebró el palo del escobillón. Duro golpe. Quedo atontado y revoloteó hasta caer en un rincón. Me miró, o eso pensé, porque tenía la mirada extraviada por el golpe y supe que estaba sufriendo.
No tuve más remedio y me despedí de él como en una película de guerra en la que terminan los personajes enfrentados al final batiendose a duelo. Yo me fui a dormir y él al tacho de basura en una bolsa.
jueves, 20 de marzo de 2008
Donde dejé los huevos?
Resulta que salí en busca de los famosos huevos de pascua y/o en su defecto conejos o formitas o alguna otra cosa de chocolate.
Veamos, analicemos el mercado huevístico. Los hay de todas formas y variados colores, artesanales, semi artesanales, industriales. Estos últimos están (algunos) en el último escalón del podio, porque quien no ha ido en busca del huevo sobre la fecha? Yo siempre, costumbre. Y siempre te encontrás con que parece que antes que uno pasó una horda de bestias come huevos, y si no los comieron o llevaron, los rompieron por pura maldad, así cuando uno manotea ese del fondo de la góndola que le gustó, click, crack, pum, está hecho añicos, y más vale comprar una bolsa de maní con chocolate que esas migas, porque si no al abrirlo se confundirán los confites con los pedazos. Los semi industriales también son víctimas de la barbarie pascual, pero tienen un poco más de aguante porque la capa de chocolate es un poco, sólo un poco más gruesa. Los que se salvan son los artesanales, porque esos lo conseguimos en lugares más protegidos como las panaderías, casas de chocolates artesanales, o a la vecina de confianza que siempre nos termina regalando alguno.
Y los confites también son un tema en los huevos industriales. Porque a huevo barato no le pidamos confites, y encima que sean ricos si los hay. A veces es mejor sin confites que encontrarse con esos que uno no sabe si escupirlos o tragarlos a la espera de que pase el sabor.
Así que llegué tarde a comprar, y casi ni los industriales quedaban, habían desvalijado al super de los huevos, una imagen terrible, y sólo quedaban los más caros. Ni loco ni borracho, al fin y al cabo es un huevo pensé. Miré igual pero sin novedad, hasta que de pronto lo encuentro, de tamaño mediano, chocolate con leche y confites, papel llamativo y un 0800 para llamar en caso de intoxicación. Es seguro pensé. Me agaché, porque estaba medio abajo y casi solo, como perdido en la góndola. Roto. Por eso estaba solo.
Entonces le encaré a los más caros casi como resignado, sabiendo que estaba pagando que el papel envoltorio era de mejor calidad y que el fabricante daba la cara. Muchas marcas había, pero también rotos en su mayoría los que me gustaban, y los únicos enteros eran algunos que tenían no se que adentro y que no son los clásicos para regalar.
Entonces se me ocurre mirar más arriba, y ahí exploté. Los huevos están por las nubes! Si sólo son dos mitades de chocolate con leche de mediana calidad con a lo sumo dos o tres bombones industriales medio pelo. Incomprensible para mi mente, por más que le buscaba la vuelta.
Y me fui, con las manos vacías y los huevos llenos.
martes, 18 de marzo de 2008
Vendiendo el alma
Una tarde, tomando mate (amargo) y mirándonos las caras con "El Negro" (y va con mayúsculas), mi compañero de cuarto en una casa de estudiantes universitarios, hojeábamos los clasificados del diario, y lo vimos, casi como mirando una mancha de mate en el papel, ahí estaba. Quiere ganar plata en tu tiempo libre? rezaba el aviso. Y quien no, uno tiene que ser medio tonto para no quererlo. Anotamos la dirección y caímos en la cuenta de que quedaba muy cerca, como a tres cuadras, en un hotel. Organizamos las cosas y al otro día salimos para la reunión para ver de que se trataba eso.
Llegamos e inmediatamente nos mandan para el fondo del hotel a un salón que estaba decorado con cintas, moños, globos, mesas con sus mantelitos, y resulta que no éramos lo únicos, más bien sí, lo únicos hombres de la reunión.
Unas 25 mujeres de toda edad revoloteaban como cenizas de papel quemado sin ton ni son, hablaban a una velocidad como los discos 78 y se notaban ansiosas. Nos miramos con mi amigo como para dar la vuelta y volver a tomar mate, pero hubo un instante de complicidad y sin decirnos casi nada, nos quedamos para probar. Casi un año laburamos.
La cuestión es que de pronto aparece una mujer, grande, al estilo muñeco de Barny, la cara redonda y feliz, unos rulos bien armados casi como esculpidos o montados con manga de repostería; y se mandó a hablar y ahí nomás nos enteramos de que se trataba el trabajo. Venta por catálogo puerta a puerta. Y de qué? Productos al estilo Tupperware, pero importados (cuando lo importado salía casi lo mismo o menos que lo nacional y además era de mejor calidad).
Así que una vez que se explicó el trabajo, en la reunión uno decidía si empezaba a vender o no. Podías pegar media vuelta luego de haber tomado un vaso de gaseosa sin gas e irte para tu casa. Pero no, los muchachos se quedaron a explorar y conocer, y por otro vaso de gaseosa y algo sólido.
Y arreglamos la incorporación al staff de vendedores, nos agrupamos bajo el mando de una mujer que tenía una zona de trabajo que nos convenía y quedamos en ir a buscar el equipo de trabajo y los importantes "libritos". Era simple, uno piensa, me dan el catálogo y salgo a dejarlo por las casas y después lo paso a buscar, había un papel para anotar el pedido que lo podía llenar el propio cliente, así que parecía muy fácil. No, uno no se gana la plata de arriba. Entiéndanlo los que no lo entendieron hasta ahora.
Fuimos a por las cosas como dos escolares en busca del cuaderno y el lápiz, y nos llevamos los catálogos, y nada más. Esperábamos algún bolsito, un gorrito, una remera o algo que nos diera seriedad y transmitiera un poco de confianza a nuestras caras. Pero no, nada al principio, aunque luego si logramos unos bolsos, gorros y unos rompevientos tipo de papel de arroz, y por suerte eran de color azul oscuro, como para andar tranquilo por la calle sin parecer recolector de basura o trabajador de ruta (con todo respeto).
La primer semana vendí dos cosas, que es como si me hubiera quedado en casa, como vender las rifas del colegio a tus familiares, un desastre total, aniquilador para cualquier mortal que intenta hacer sus primeras armas en este negocio, desmoralizante diría yo. Pero calma, fui por más y lo conseguí... tres o cuatro productos vendí a la otra semana. Y "El Negro" cinco o seis, no recuerdo bien.
Y aquí los problemas con que uno se topa al encarar esa profesión: lo primero es la desconfianza del otro, esa cara de que no saben si recién saliste de una granja de rehabilitación, o de la cárcel más cercana, o estás merodeando la zona para luego robar, o simplemente no caíste en gracia. Y pese a que dicen que las apariencias engañan, una mayoría importante de la población se deja llevar por ellas.
Y ahí el primer escollo, eliminar las apariencias o forjarlas al gusto del cliente, cosa que no es fácil. Porque uno no sabe con quien se va a encontrar al tocar el timbre o golpear la puerta o llamar a viva voz. Es como una constante cita a ciegas, y eso hay que saber llevarlo. Por ahí te abre la puerta un niño que no sabe ni limpiarse los mocos, o un adolescente que solo le importa... no no, no le importa nada, o una madre ocupadísima en tareas de la casa y lo menos que quiere es hablar media palabra con vos, o un padre que esta luchando con su hijo para llevarlo a la escuela y no matarlo en el intento, o una abuela que hasta nos da de comer si nos descuidamos.
Y una vez salvadas las apariencias está lo fundamental, la primer charla, la que te abre la puerta al conocimiento de ese ser desconocido que te mirá buscando algo, y eso que busca que es? No se, pero tiene que ser lo que uno vende. Así que hay que alisar el terreno, ablandarlo como hacen los gatos antes de echarse vieron, un amasado como si fuéramos a preparar pasta casera, y trabajarlo con cuidado y aprecio. Porque esa charla es la base de la primer venta y las sucesivas.
Pero es más fácil escribirlo que hacerlo.
Hay desafíos infranqueables, esos que te dan ganas de andar armado aunque sea con una pistola de juguete). Que hacer ante esa o ese que en lugar de abrir la puerta te gritan del otro lado o abren una minúscula ventanita y te ojean como si tuvieran rayos X; son más difíciles que llegar al primer beso (o a la primer cena). Pero no imposibles, porque con las palabras adecuadas uno puede llegar a tener chances de vender algo o mostrar para intentar la venta, y en algunos casos se pierden los catálogos.
Pero en otros uno termina hermanado como "chanchos" con aquel que una vez casi te larga el perro encima. Y los animales son otro tema, porque personalmente no tengo ningún tipo de problema con los animales, es más me gustan. Pero guarda, que hasta el más confiado Cutini paga caro la caricia, así que a no fiarse de los perros más pequeños ni diminutos, porque atrás de ese insignificante ladrido tipo chifle de goma, puede estar "el Sultán", ese que aparece por detrás y es casi de la misma altura que uno. Porque generalmente donde hay perro chico, también hay grande y calculo que es para hacerle el "entre" a uno, para confiarlo y manotear el picaporte. No no, a no hacerse el conocido de la familia, no llegaremos muy lejos, porque al menor ruido del pomo del picaporte nos saltará encima una mezcla de oso polar con mamut y un collar con pinches que dice: Bobby.
Pero una vez flanqueados estos inconvenientes no hay que relajarse, hay que seguir porque estamos en la "Arena Romana" de la venta, y en cualquier momento nos sueltan los leones o nos bajan el pulgar. Y cuando seguimos nos encontramos con otro detalle: estamos vendiendo plástico, y saben todo lo que tardan en degradarse los malditos. No se ponen feos, no se terminan como las cremas o los perfumes o cualquier otro cosmético, tienen una vida útil demasiado larga (con el buen uso) para la finalidad de la venta. Así que nuestro próximo desafío es para lo que tenemos que prepararnos mejor, que es la venta... y de plástico. Si logramos vender plástico, lograremos vender casi cualquier cosa, como arena a los árabes.
Y para esto nada mejor que ni bien nos dejen ingresar a la casa, convertirse inmediatamente y por arte de magia, en Hércules Poirot, Miss Jane Marple o Sherlock Holmes e investigar, recolectar imáganes del lugar y ver que podemos encajar en la venta.
Es así como lograremos vender todo un sinfín de cosas inútiles como: un cepillo para los pelos del gato (con un repuesto más caro que el aparato en sí), una percha para heladera (que nunca supe como se colgaba), una escobilla para limpiar teclados, esos envases herméticos en los que uno puede guardar solamente una nuez, o dos pares de aritos, o un muñeco de Jack, o tres aspirinas, o un botón grande de saco, o 3 monedas de 0,25 centavos; también podemos vender una cuña de plástico (obvio) para trabar la puerta, un porta CD's en donde entran solo 6 cajas, y la lista es larga, tanto como para llenar un catálogo a todo color en papel ilustración; si, como ese que entregaba.
Y bueno, se concretaba la venta y uno "chocho", había que esperar que llegaran las cosas a los encargados de la zona e ir a buscarlas, y entregarlas. Pero ahí tampoco termina la cosa. Estaban las reuniones.
Las "reuniones de plastiqueros", y luego de una temporada bajo la tutela de nuestra primera jefa, nos cambiamos a un matrimonio que estaba en otra zona y venía ganando terreno. Todo bien los primeros contactos, pero llegó el momento de las reuniones. Y parecía un panel sacado de Zapping, o de Moria Casán, o de Titanes en el Ring. Uno veía de todo en esas reuniones. Primero venía la charla técnica a cargo del encargado o su mujer sobre como no perder las esperanzas de ventas y esas cosas, que era lo mismo que motivar a un plantel de fútbol en un entretiempo cuando van perdiendo 18 a 0, pero el tipo le metía garra. Después se entregaban las cosas que habíamos vendido para luego llevarlas a los clientes, y entre tanto y tanto circulaban vasos de jugo (casi siempre aguado, como las reuniones). Luego estaban las preguntas de los que recién empezaban, y parecía que recién empezaban en la vida.
Qué hago si no me quiere comprar?
Qué hago si me quiere comprar?
Toco timbre o grito?
Le tengo miedo a los perros.
Le tengo fobia a los chicos.
Le tengo miedo a la vida.
Y si me pierdo?
Puedo vender con mi prima?
Puedo llevar catálogos de otras cosas?
Y si no tengo ganas de vender?
En que horario puedo vender?
Todas preguntas carentes de sentido común. Eso faltaba y no había manera de lograr acercarlo a algunos de los presentes. Por momentos miraba al hombre tratando de contenerse y no tirarle con lo primero que tuviera a mano al que preguntaba una cosa así. Pero era un tipo tranquilo, por suerte para algunos.
Luego de pasar por ese cúmulo de preguntas sin respuesta, llegaba un momento de tensión, un sufrimiento a veces, como mirar el reloj de una bomba que nunca llega a detonar. Había sorteos de cosas, premios, incentivos por así llamarlos, para los vendedores. Para nosotros; y el problema no era ese, porque había premios que uno ganaba en base a las ventas, y esos si estaban bien, eran útiles, pero dentro de lo que se sorteaba no había muchas cosas a las que yo le pudiera dar utilidad o fueran semi masculinas. Así que me sentaba a esperar lo que me tocara en suerte, que podía ser cualquier cosa del catálogo, y que la mayor parte de las veces terminaba regalando. Así pasaban cremas corporales de algún catálogo de Avon que circulaba, lapiceras, agendas, porta bolsas de residuo, repasadores, limas y alicates para uñas, floreros de vidrio decorados recuerdo de alguna costa bonaerense muy poco top, batidores de mano, etc.
Pero la máximo me ocurrió una tarde cuando ligué un premio, y venía envuelto, por lo que tenía que abrirlo ante la mirada de todos los presentes, incluido "El Negro", que casi se desmaya de la risa contenida. Una señora me extiende la mano y me entrega por el éxito en mis ventas y demás cosas el premio, el paquete. Lo miré, lo tomé, agradecí con gesto solemne y lo tuve que abrir.
Caramba, todavía no se que hacer con un lapicero en forma de pescado cortado por la mitad con la boca abierta y de acrílico transparente en donde se pueden ver los muñequitos que flotan adentro del agua azul. Alguien lo quiere?
lunes, 17 de marzo de 2008
Campaña matera
Llamado a la solidaridad para pedir la reinvindicación del mate amargo.
Recuperemos la raíces, hagamos causa común.
Nada de azúcar común tipo A, rubia, morena, ecológica, edulcorantes, café, ni cascaritas de frutas o verduras, o ningún tipo de aditivo potenciador de su sabor. Un sabor absolutamente nuestro, sincero, sin vueltas, de tierra adentro, amargo.
Si podemos aceptar alguna variedad basada en su método de elaboración, más fuerte, termino medio, más suave. Pero nada más. No al despalamiento de la yerba, que si nació con palos, con palos ha de morir.
Demos clases para armar y sebar el mate. Paremos a esos destructores del mate que sólo piensan que sebar el mate es como regar las macetas en el jardín. Falta que esperen a que crezca algo después de tanta agua, y si el mate es más grande, más cantidad vierten; habría que hacerlos tomar mate en un aljibe para que aprendan.
Frenemos a los mineros materos, esos que revuelven para encontrar qué? Si hay yerba nomás. Usan la bombilla a modo de mini pala retroexcavadora, y claro, en hueco que dejan luego de su trabajo, vierten el agua como los chicos en un pozo en la arena.
El mate sufre, y sufre a palos, esos que quedan flotando luego de que la vida de la yerba se extingue. Eso nos tiene que frenar en nuestro afán de llegar más allá. Alto criminales materos. Es como tratar de sacarle jugo a una piedra. El mate nos avisa que la yerba ya nos dio todo, su aroma, su sabor, su intensidad, su color, su tiempo. Saquésmosle el mate de la mano a esos que insisten en seguir aún cuando pueden verse reflejados en ese minúsculo espejo de agua.
O esos que chupan hasta tratar de llegar al fondo de la madera, como si el mate fuera vino y estuviera en barrica de roble. El ruido es otro aliado para frenar, como la chicharra de los micros cuando pasan los 90 Km/h. Cuando el ruido es sordo, hueco, ya no hay vuelta atrás, hay que volver a empezar; no sigamos haciendo sonar el mate como si fuera un instrumento musical, nos busquemos la semicorchea no la semifusa.
Paremos con los mates de plástico, no dejemos un recipiente antinatural para algo tan natural como el mate. Volvamos a la calabacita, al mate de madera decente, no esos forrados en aluminio que nos enchufan de recuerdo de no se donde.
El mate es un instrumento para cosas variadas, emotivas. Es instrumento de reunión, con uno mismo y con otro u otros, es el vínculo de la charla, el dar y dar. Es tranquilizador, te relaja, te acompaña siempre, no te deja a pata. Entonces no lo maltratemos, cuidémoslo como si fuera una amistad, que perdure en el tiempo, y que podamos pasarlo de generación en generación.
No dejemos que estas palabras se laven.
Zapateo y zarandeo
Hice de todo para ganarme el mango, y una de esas cosas fue laburar para un disc jockey que trabajaba en forma particular y para un boliche. Vino un día a casa y me dijo que necesitaba a alguien. Les aclaro que yo ya trabajaba de operador de radio y el director de la radio me recomendó. Hasta ahí todo bien, arranqué a laburar en fiestas, cumpleaños, despedidas, actos políticos, espectáculos al aire libre o en teatros, entrega de premios, y esas cosas.
Una costumbre que tenía este buen hombre era avisarme con muy poco tiempo de algún evento, como por ejemplo pasar a las 5 de la tarde para que fuera a armar todo con él para un cumpleaños de 15 que empezaba a las 8 de la noche. Me agarraba tomando mate, o planeando ir por ahí, y como era costumbre mía también, arrancaba siempre, sin importar lugar ni horario.
Un día y esta vez con más anticipación me avisa de un festival folclórico el fin de semana. Así que ya preparado, esperé que pasara a buscarme por casa. Tenía un Renault 18, al que había que hacerle un monumento solo por el hecho de arrancar, porque estaba tan maltratado ese auto que mas que auto, parecía un transporte de guerrilla colombiana. Golpes, choques, farolitos que faltaban, gomas lisas que parecían cámaras de bicicleta, tierra del día que quisieras, papeles de caramelos, micrófonos que no andaban, cassettes rotos, Cd's rayados, todas cosas casi inservibles que se iban amontonando a medida que pasaba el tiempo.
Así y todo andaba muy bien de motor, que era lo único que hacía que fuera digno; y llegó a casa, subí cambiado y listo para el festival y nos fuimos en viaje, tranquilos charlando de la vida. Al llegar al lugar en cuestión caí en la cuenta de lo triste y feo del lugar, porque hay lugares pintorescos, pero este no era el caso. Un gimnasio de un club de esos que tienen gimnasio y bar y poca cosa más. Grande el gimnasio, en el que ya estaban acomodadas las mesas y las sillas, una barra al fondo al estilo cantina y un escenario a media altura. Le faltaba onda al lugar, no tenía ni una mísera guirnalda, ni un globo desinflado, ni flores de plástico, ni nada, pero pensé: En cuanto esto se llene cambia la mano.
No va que me entero de que venía un chico para acompañarme durante la noche porque mi jefe se iba temprano para trabajar en el boliche como hacía todos los sábados. Algo raro había en el aire, esa cosa de gente que miraba extraño, y yo encima que de aire gauchesco no tenía nada, peor. La organizadora una chica jovencita que era la fundadora de un ballet folclórico, muy amable y dispuesta a dar una mano (más no quiso dar).
Armamos todo el equipo con el quilombo de cables y esas cosas, probamos el sonido y nos quedamos tranquilos esperando que empezara el espectáculo. Y empezó, pero ahí nomás la primera sorpresa: Era la versión folclórica de "Si Lo Sabe Cante"!!!
La organización era desorganizada, y entonces subía un grupo a cantar, otro a bailar, otro a recitar, otro a cantar, otro a bailar y así sucesivamente hasta el hartazgo.
Al tercer grupo que subió yo ya no tenía idea de que iban a hacer, por mi que se pusieran en bolas; pero después del quinto grupo, nos avisan que subían a cantar. Bueno, uno suponía un par de micrófonos y listo. No no, error. Empezaron a subir y no terminaban más, eran como esos grupos de cumbia de 23 integrantes, todos con guitarra, bombos, charangos, triágulos, toc-toc, cualquier cosas que sonara. Luego de 15 o 20 minutos para arreglar el sonido empezaron a tocar. Dos temas tocaron!! Dos temas y se fueron, y ahí nomás otros tres tipos con guitarras, las guitarras de no se donde se llamaban, porque esos grupos se ponen los nombres de los instrumentos que tocan: Las guitarras de Yapeyú, Los bombos de Sur, Las flautas Norteñas y ese tipo de nombres.
Un descanso de 15 minutos. Yo cansado de andar de un lado a otro como maleta de loco, aproveché para comer un choripan. Hay, lo que picaba eso!! Luego de tres litros de agua seguí musicalizando y vuelta a empezar. Un loquero el gimnasio, chicos que corrían, madres que gritaban, padres que tomaban vino con hijos corriendo alrededor, la organizadora ya estaba media desencajada porque se estaba yendo de las manos la cosa. Y por ahí caí en la cuenta de que era toda gente de campo, vestidos con las mejores prendas... y los mejores cuchillos o facones. Claro dije yo, es el atuendo clásico. Y ese detalle me quedó como prendido, alguna mística señal de aviso se encendió en mi mente.
Ya con mi ayudante y a punto de entrar en catarsis folclórica, la gente empezó a ralear como el pasto en invierno, de a poco. Estaba terminando, pero en un momento la gente se había ido, volvía y así iban y venían y ya casi nadie subía al escenario. Y la vi, la organizadora estaba llorando en un ataque de nervios en medio de un grupo de señoras. Algo feo había pasado. Titubeando de preguntar o no para rajarnos, no quedamos un rato viendo ese lindo caos, gente que iba y venía, chicos olvidados, vasos abandonados a medio camino, una imagen digna de "La Fiesta Inolvidable".
Al final no me aguanté y salí, hacía frio, era Mayo creo, pero en pleno campo las madrugadas son frescas de "adeveras". Afuera era peor porque estaba la ley y había más corridas y algunos gritos y suposiciones tiradas al aire. Me acerqué al chofer de un ballet que había llegado un rato antes, y le pregunté lo básico: Que pasó? -Lo mataron fue la respuesta.
Hay, por qué? Si estábamos bien así. Si ya casi terminaba. Para que miré? Qué tenía que ver si no era perito? Por que no me quedé adentro calentito?
No va que el muertito en cuestión estaba tirado al lado de nuestro carro de sonido y ya veía las cintas de la policía resguardando el lugar, porque no había otra cosas para resguardar.
No voy a entrar en detalles truculentos, sólo les voy a decir que es complicado discutir con una persona que lleva el cuchillo en la cintura y varios litros de tinto en el estómago. Digamos que mucha discusión no hubo supongo, uno muerto y el otro vivo. Pero ahí no termina la cosa, porque el matón gauchesco en cuestión, de tal pedo que tenía se había ido a dormir a la casa, y todos lo habían visto.
Y para sumarle confusión al asunto, la policía había hecho entrar al gimnasio a la gente que estaba afuera porque eran testigos. Si, unas 250 personas de testigos de un asesinato. Un honor. Y bueno, como quien no quiere la cosa, nos pusimos a juntar los equipos mientras seguían las discusiones sobre que hacer. En el revoleo ligué un diploma de participación, no del asesinato, sino de la fiesta que celebraba no se que aniversario de no se que cosa.
Pero la policía no contenta con tener tantos testigos fue un poco más allá y nos mandó a todos a declarar al destacamento. Demás está decir que solo habrán llegado, además del acusado que lo habían agarrado en la casa borracho y semi dormido, unas 30 personas. Lo cual era también demasiado porque una vez que llegamos al destacamento, vimos que no era más que un monoambiente policial. Antes de entrar vi que algo asomaba de la puerta, más bien brotaba, emanaba. Y cuando abrí la puerta y entré caí en la cuenta de que por los menos unas diez personas estaba fumando en un ambiente de 3 X 3. Luego de pasar la niebla parisina, intenté hablar con alguien a cargo, cosa que fue inútil, porque aparentemente estaban con un testigo clave.
Ya eran cerca de las 6 de la mañana, y tomé una decisión: Escapar de la ley.
Si, como entré, salí, no sin antes y vaya a saber porque manotear un pastelito de membrillo de una señora que, se ve que le habían sobrado del festival, los repartía entre los testigos. Y como el asesino, sólo que sin estar en pedo, me fui a dormir al auto.
No es pa’ cualquiera la bota e’ potro
Más que seguro que alguna vez comieron puchero, de chicos, de grandes, esos llenos de verduras, carne, el caldo, y todos los ingredientes que le adosan cada familia. Puede ser con carne de vaca o gallina los que yo conozco. Le suman a esto las verduras como papa, zapallo, zanahoria, choclo, batata, la verdurita (perejil, puerro, cebolla de verdeo), y todo lo que les guste agregarle.
Muy rico y nutritivo dirían las abuelas como la mía. Y en casa les gustaba el puchero de gallina. Por qué no ponerle carne? Por qué no ponerle pollo? No, gallina, y si era mejor criada en familia como se usaba antes.
La cuestión era que a veces me ligaba un puchero de gallina y ahí me despachaba con un delicioso y nutritivo puré. La gallina no era mi fuerte, porque la veía picotear, caminando como esas chicas que no saben llevar zapatos de taco, mirándote con esa mirada quizás acusadora de: Por qué me tocas los huevos? Moviendo el cogote de un lado a otro y disparando al menor descuido.
Y eso que no había tenido un contacto directo durante toda mi vida con el ave, pero de vez en cuando uno se le animaba al corral y bueno, les das de comer y esas cosas. Pero una mañana de no se que mes ni que año, un vecino al cual mi viejo le había hecho un laburo y no se lo había cobrado (Por que?!!?) se vio en la obligación de devolver o trocar el trabajo por otra cosa, y como él no podía ofrecer mano de obra o dinero, no tuvo mejor idea de regalarnos una gallina pal’ puchero.
Hasta ahí todo bien, nos daba la gallina pensé yo, después arman el puchero y yo me armo el puré. Listo. Pero caramba, el ave en cuestión estaba viva, y se paseaba por el fondo de la casa de mi vecino. Y algún designio de dios hizo que, como mi viejo estaba laburando en no se donde y ni mi madre ni mi abuela iban a correr a la gallina, mandaron al pavo, yo.
Allá fui con mi vecino que les aclaro que usaba bastón, o sea que él tampoco iba a agarrar la gallina, cosa que yo había pensado. El fondo era grande, amplio, lleno de escombros, plantas, almácigos, cañas, y animales entre los cuales estaba la que iba a ser nuestra gallina pucheresca.
Bueno, me dice, entrá que yo las llamo con comida y vos la agarrás. Que fácil. No, nada más lejos de la realidad. Animal escurridizo, veloz, taimado, esa es la gallina, aunque vos pongas un peso a su favor, ella se las ingenia para esquivar el bulto, o el puchero. Y que velocidad, porque por un momento pensé que eran cruza con perros galgo o alguna otra cosa.
No hubo caso ni con la comida ni con una carta documento, ni mandándole a Prefectura, La Montada, los bomberos, Defensa Civil. El animalito se negaba a su destino y estaba bien desde mi punto de vista, ya que quería cambiar el puchero por milanesas. Así que no tuve más remedio que adentrarme en el fondo de la casa en busca del maldito animal, porque para esa altura ya estaba cansado de ver como la gallina corría de un lado a otro buscando agua como en una Creamfield. Entonces tomé una rama media pesada y medio como quien no quiere la cosa me fui caminando hacia el grupo de gallinas, que como es natural y sabrán estaban amontonadas a la sombra, pero no piensen que al estar amontonadas pierden el control. Una mentira total, siguen atentas a todos los movimientos que las rodean y más si esos movimientos provienen de una persona con un palo en la mano, media agazapada, y caminando como en un campo minado.
Otra media hora tratando de acorralar a las aves para llevarme una, pero no había caso. Mi vecino cansado y molesto al igual o más que yo, se decide a entrar de nuevo al fondo y me dice: Vos quedate acá, yo las espanto del otro lado y cuando pasa una vos le pegás con el palo. Clara y concisa la orden de mi general, pero ahí caí que jamás había empuñado un arma. Me puse nervioso, empecé a transpirar mientras escuchaba las corridas al otro lado del gallinero, que tenía dos entradas y por una de esas iba a venir mi víctima plumada. Pero no vino una, corrieron hacia mi un montón de aves, porque aclaro que a esa altura y creo que siempre, eran todas aves para mi vista.
Ni a la sombra de alguna le pude pegar. Pasaron entre mis piernas, al costado, por arriba, por abajo, etc, y pensé hasta que me estaban cargando y ahí si, exploté de rabia y solo quería correr en busca de venganza. Ya no me importaba el puchero ni nada, sólo deseaba terminar mi sufrimiento. Así que me volví a acomodar a la salida de gallinero y tomé con más fuerza la vara, le indiqué a mi vecino para que empezara a gritar y esperé que corrieran de nuevo hacia mi. Fue un instante, un microsegundo, un flash, y la ví, no se decidió a si pasar por el costado o por arriba o por abajo, y lo hizo a media altura, como esas pelotas que generalmente atajan los arqueros (el manual futbolístico dice que no es conveniente patear a media altura); y la verdad es que casi pasa, de no ser por la bronca que tenía que hizo que ahí nomás y sin chistar, casi como un golpe de karate le pegué un terrible palazo en la cabeza. Se desplomó como un globo sin aire, medio de a poco, e intento correr, cosa que fue en vano.
Ah, no se dan una idea de mi satisfacción, no por el hecho en cuestión, sino porque me quería ir a casa. Agarro el animal y llevo la presa a mi vecino. Acá está le dije. Su cara no se movió, igual pocas veces la había visto moverse en alguna mueca. Me miró y ahí entendí lo lejos que estaba del campo.
Me mataste un gallo.
domingo, 16 de marzo de 2008
Y un día vi la luz...
Ahí estaba yo, esperando el resultado de un examen de matemáticas.
Los números pasaban por mi mente como en una ruleta de casino. No voy a decir que estaba tranquilo como siempre, pero me sentía confiado, y tenía mis motivos. Una semana de "particular" de matemáticas, y la profesora que me enseñaba que me decía: A vos lo único que te falta es práctica.
Cómo 300 ejercicios hice, "una barbaridad" diría el "Bambino" Veira. Y llegó el momento y allá fui, medio confiado, medio resuelto, medio optimista, medio cagado.
Pero, tipo con suerte si los hay, cuando entregué la hoja, respiré tranquilo por haber dejado todo en el papel; dejé borrones a montones, dejé resultados sacados de mi galera gris como conejos.
Y el resultado llegó y era como esperaba, había aprobado, pero mi sorpresa fue grande al ver un 10. Ahí nomás, salí corriendo, agarré la bici y disparé a casa.
Luego de las felicitaciones correspondientes, no tuve mejor idea que ir a avisarle a mi profesora de particular, María Dolores (ex maestra de la primaria también).
Ya media tarde o tarde-noche (diría Santo), pero yo sabía que María Dolores todavía estaba dando clases. En ese entonces yo tenía una bici de media carrera que le dicen, comprada a un chatarrero. De color rojo furioso, sacada de una plaza de toros; tenía cambios, que no andaban. Pero me daban una facha bárbara. Yo la había arreglado un poco, y había intentado arreglar los cambios sin suerte. Supe que mi futuro no era ser bicicletero.
Y llegué al fin a la casa en donde María Dolores daba particular, una casita tipo alpina, pintada de verde oscuro y blanco. Parecía sacada de un cuento, pero de noche era de un cuento de terror.
Entre con el pecho inflado y cara sonriente, casi pavoneandome entre el resto de los alumnos que todavía estaban. Me paré frente a María Dolores y le mostré la prueba; como chico con juguete nuevo estaba. Me felicitaron nuevamente y me fui contento para casa.
Por que no me quedé a brindar? Por que no me volví por otra calle para conocer? Por que soy desatento a veces?
Salí, agarré la bici y me volví por una de las calles principales (doble mano). Ya era de noche, tipo 20.30 calculo. La cuestión es que venía pedal y pedal y encima sin manos y medio que me desvié a la mano contraria. Estaba feliz, contento, miraba el cielo. Por que carajo miraba el cielo si no llovía?
Y de pronto me penduló la neurona y click! Me agarré al manubrio, miré la calle y seguí rumbo casa. Bueno eso intenté, pero justo que me agarró al manubrio, no había avanzado dos cuadras y ahí sí, empecé a ver la luz. Media difusa, como lejana, en el horizonte de la noche. Las luces de la calle me impedían ver con claridad (vaya paradoja) el origen de "esa luz". Esa luz que era lejana, cambiaba a cada instante como de un lado a otro. Luz movediza pensé, como la piedra de Tandil.
La cuestión era que como estaba mirando la luz, sin querer me había cambiado de carril en la calle. Y la luz seguía moviéndose de un lado a otro, cosa que ya me ponía nervioso. Entonces lo supe, como una verdad universal, como un mandamiento; era una moto.
Pero ahí no termina la cosa, la moto en cuestión no venía por su carril, y yo no venía por el mío!!
Y que hice... yo que tampoco venía en mi carril, me pasé al mío. La luz se acercaba y a gran velocidad, tanta que no pude evitar, ni frenar, ni desviarme aunque lo intenté, que en el momento final solo atiné a enfrentar mi destino.
Me estrolé con la moto. Les cuento que la vi la luz, si, la del faro de la moto, una Zanella 200 creo, de esas viejas, pesadas y que son todo metal. Nada de los plastiquitos pedorros de hoy día. Que pesada que era... lo sé porque la choqué de frente.
Recuerdo que me sentí como Julio Bocca, volé por encima de la moto con una gracia terrible, gracias a la cual no me lastimé. Bueno, no me lastimé tanto. La bici si.
Gracias a mis reflejos felinos logré apoyar las manos antes que la cara, pero las rodillas si me dieron contra el asfalto y como en ese entonces llevaba unos jeans gruesos, casi que no me raspé. Solo unos rasguños, y después de chocar de frente con una moto! Que feliz estaba, pero me tenía que poner de pie y ahí me sentí como un muñeco crash dummies. Y para que me pare? Me hubiera quedado muertito ahí; pero no el tipo se paró y al humo se me vino el flaco de la moto. Mientras de reojo miraba como de la motocicleta salía un líquido negro que se esparcía como una sustancia extraterrestre en una peli de terror clase B. Le había roto el tanque de aceite, y algo más seguro. La calentura del flaco era terrible. Me largó una serie de puteadas a modo de rosario y casi casi, pero casi casi me caga a trompadas.
En el apuro, no me importó el dolor corporal y agarré la bici y me fui para mi casa. Bueno, eso intenté, porque como estaba más preocupado por mi integridad física que por mi medio de transporte, no me di cuenta de que las rueda delantera no giraba, y era porque tenía forma de 8. Una cosa muy linda para un diseño vanguardista digno de la Escuela Bauhaus.
Así que diciendo que me encontraba en perfecto estado, agarré la bicicleta media carrera o media bicicleta como me había quedado, y me fui a casa. Como una hora tarde en llegar, entre mi dolor en todo el cuerpo y el 8 en la rueda de la bici, parecía que no llegaba más. Pero llegué y al entrar a casa, como me había inculcado de chiquito dije la verdad. Choque.