miércoles, 26 de marzo de 2008

Experiencia religiosa


No recuerdo la mudanza, pero recuerdo los primeros días en la nueva escuela primaria. Habían pasado las vacaciones de invierno. Una mañana me entero que salíamos en delegación para la iglesia, que estaba a media cuadra de la escuela, pero el tema era salir, cosa que todos queríamos. Así que se organizaron los grados que iban a ir y allá fue 4º grado A, conmigo como integrante nuevo.
Y nuevo también era para mi ir a la iglesia, porque no conocía ni el lugar, ni los sacramentos, ni la Comunión, ni nada de lo que adentro sucediera. También arrancó 3º grado, el de mi hermana, que si conocía el tema cristiano.
Salimos de la escuela y yo todavía no tenía idea de a qué ibamos. Pero llegamos y nos acomodaron sentados en los bancos y callados como en misa. Era una misa. Había quedado lejos de mi maestra y no me animaba a preguntar que pasaba; veía como todos repetían algo, pero no sabía que era. Por respeto guardé silencio. Tampoco a ninguno de mis nuevos compañeros le pregunté que pasaba.
La misa terminó y yo pensé, bueno, nos vamos después de este bodrio que no entendí ni medio. Resulta que no termino ahí la cosa, porque nos hicieron sentar y empezó otra cosa. Hasta que veo que mi hermana, desde los bancos que estaban del otro lado, me hacía señas como perdida en una isla desierta; y yo como es costumbre ni bolilla le dí, porque ya nos habían hecho parar y estaba atento a la orden de mi maestra.
Nos hizo formar fila y allá fui donde iba toda la masa de niños. Hacia el cura que había dado la misa y ahora entregaba algo. Que era no sabía, porque no alcanzaba a ver. Pero como me lo iba a perder si ya estaba ahí; ni loco. Mi hermana me ve pasar y me fulmina con la mirada. Yo contento, no alcancé a oirla. Hasta que veo que los de adelante abrían la boca y murmuraban algo. Y llega mi turno, abro la boca y me dan "una galletita" pensé. No dije nada y salí para el costado, masticando. Rica, de sabor suave, pero poco llenadora.
Me fui de la iglesia y no vi más a mi hermana hasta la salida de la escuela. Tocó el timbre y salí corriendo para casa, contento para contar mi nueva experiencia religiosa, yo que lo único que tenía era el bautismo, yo que ni idea de la cristiandad. Cuando llego a casa ya estaba mi hermana, y casi llorando y con indignación le dice a mi mamá. Tomó la Comunión!!!
Ah, la galletita pensé. Amén.

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