lunes, 17 de marzo de 2008
Zapateo y zarandeo
Hice de todo para ganarme el mango, y una de esas cosas fue laburar para un disc jockey que trabajaba en forma particular y para un boliche. Vino un día a casa y me dijo que necesitaba a alguien. Les aclaro que yo ya trabajaba de operador de radio y el director de la radio me recomendó. Hasta ahí todo bien, arranqué a laburar en fiestas, cumpleaños, despedidas, actos políticos, espectáculos al aire libre o en teatros, entrega de premios, y esas cosas.
Una costumbre que tenía este buen hombre era avisarme con muy poco tiempo de algún evento, como por ejemplo pasar a las 5 de la tarde para que fuera a armar todo con él para un cumpleaños de 15 que empezaba a las 8 de la noche. Me agarraba tomando mate, o planeando ir por ahí, y como era costumbre mía también, arrancaba siempre, sin importar lugar ni horario.
Un día y esta vez con más anticipación me avisa de un festival folclórico el fin de semana. Así que ya preparado, esperé que pasara a buscarme por casa. Tenía un Renault 18, al que había que hacerle un monumento solo por el hecho de arrancar, porque estaba tan maltratado ese auto que mas que auto, parecía un transporte de guerrilla colombiana. Golpes, choques, farolitos que faltaban, gomas lisas que parecían cámaras de bicicleta, tierra del día que quisieras, papeles de caramelos, micrófonos que no andaban, cassettes rotos, Cd's rayados, todas cosas casi inservibles que se iban amontonando a medida que pasaba el tiempo.
Así y todo andaba muy bien de motor, que era lo único que hacía que fuera digno; y llegó a casa, subí cambiado y listo para el festival y nos fuimos en viaje, tranquilos charlando de la vida. Al llegar al lugar en cuestión caí en la cuenta de lo triste y feo del lugar, porque hay lugares pintorescos, pero este no era el caso. Un gimnasio de un club de esos que tienen gimnasio y bar y poca cosa más. Grande el gimnasio, en el que ya estaban acomodadas las mesas y las sillas, una barra al fondo al estilo cantina y un escenario a media altura. Le faltaba onda al lugar, no tenía ni una mísera guirnalda, ni un globo desinflado, ni flores de plástico, ni nada, pero pensé: En cuanto esto se llene cambia la mano.
No va que me entero de que venía un chico para acompañarme durante la noche porque mi jefe se iba temprano para trabajar en el boliche como hacía todos los sábados. Algo raro había en el aire, esa cosa de gente que miraba extraño, y yo encima que de aire gauchesco no tenía nada, peor. La organizadora una chica jovencita que era la fundadora de un ballet folclórico, muy amable y dispuesta a dar una mano (más no quiso dar).
Armamos todo el equipo con el quilombo de cables y esas cosas, probamos el sonido y nos quedamos tranquilos esperando que empezara el espectáculo. Y empezó, pero ahí nomás la primera sorpresa: Era la versión folclórica de "Si Lo Sabe Cante"!!!
La organización era desorganizada, y entonces subía un grupo a cantar, otro a bailar, otro a recitar, otro a cantar, otro a bailar y así sucesivamente hasta el hartazgo.
Al tercer grupo que subió yo ya no tenía idea de que iban a hacer, por mi que se pusieran en bolas; pero después del quinto grupo, nos avisan que subían a cantar. Bueno, uno suponía un par de micrófonos y listo. No no, error. Empezaron a subir y no terminaban más, eran como esos grupos de cumbia de 23 integrantes, todos con guitarra, bombos, charangos, triágulos, toc-toc, cualquier cosas que sonara. Luego de 15 o 20 minutos para arreglar el sonido empezaron a tocar. Dos temas tocaron!! Dos temas y se fueron, y ahí nomás otros tres tipos con guitarras, las guitarras de no se donde se llamaban, porque esos grupos se ponen los nombres de los instrumentos que tocan: Las guitarras de Yapeyú, Los bombos de Sur, Las flautas Norteñas y ese tipo de nombres.
Un descanso de 15 minutos. Yo cansado de andar de un lado a otro como maleta de loco, aproveché para comer un choripan. Hay, lo que picaba eso!! Luego de tres litros de agua seguí musicalizando y vuelta a empezar. Un loquero el gimnasio, chicos que corrían, madres que gritaban, padres que tomaban vino con hijos corriendo alrededor, la organizadora ya estaba media desencajada porque se estaba yendo de las manos la cosa. Y por ahí caí en la cuenta de que era toda gente de campo, vestidos con las mejores prendas... y los mejores cuchillos o facones. Claro dije yo, es el atuendo clásico. Y ese detalle me quedó como prendido, alguna mística señal de aviso se encendió en mi mente.
Ya con mi ayudante y a punto de entrar en catarsis folclórica, la gente empezó a ralear como el pasto en invierno, de a poco. Estaba terminando, pero en un momento la gente se había ido, volvía y así iban y venían y ya casi nadie subía al escenario. Y la vi, la organizadora estaba llorando en un ataque de nervios en medio de un grupo de señoras. Algo feo había pasado. Titubeando de preguntar o no para rajarnos, no quedamos un rato viendo ese lindo caos, gente que iba y venía, chicos olvidados, vasos abandonados a medio camino, una imagen digna de "La Fiesta Inolvidable".
Al final no me aguanté y salí, hacía frio, era Mayo creo, pero en pleno campo las madrugadas son frescas de "adeveras". Afuera era peor porque estaba la ley y había más corridas y algunos gritos y suposiciones tiradas al aire. Me acerqué al chofer de un ballet que había llegado un rato antes, y le pregunté lo básico: Que pasó? -Lo mataron fue la respuesta.
Hay, por qué? Si estábamos bien así. Si ya casi terminaba. Para que miré? Qué tenía que ver si no era perito? Por que no me quedé adentro calentito?
No va que el muertito en cuestión estaba tirado al lado de nuestro carro de sonido y ya veía las cintas de la policía resguardando el lugar, porque no había otra cosas para resguardar.
No voy a entrar en detalles truculentos, sólo les voy a decir que es complicado discutir con una persona que lleva el cuchillo en la cintura y varios litros de tinto en el estómago. Digamos que mucha discusión no hubo supongo, uno muerto y el otro vivo. Pero ahí no termina la cosa, porque el matón gauchesco en cuestión, de tal pedo que tenía se había ido a dormir a la casa, y todos lo habían visto.
Y para sumarle confusión al asunto, la policía había hecho entrar al gimnasio a la gente que estaba afuera porque eran testigos. Si, unas 250 personas de testigos de un asesinato. Un honor. Y bueno, como quien no quiere la cosa, nos pusimos a juntar los equipos mientras seguían las discusiones sobre que hacer. En el revoleo ligué un diploma de participación, no del asesinato, sino de la fiesta que celebraba no se que aniversario de no se que cosa.
Pero la policía no contenta con tener tantos testigos fue un poco más allá y nos mandó a todos a declarar al destacamento. Demás está decir que solo habrán llegado, además del acusado que lo habían agarrado en la casa borracho y semi dormido, unas 30 personas. Lo cual era también demasiado porque una vez que llegamos al destacamento, vimos que no era más que un monoambiente policial. Antes de entrar vi que algo asomaba de la puerta, más bien brotaba, emanaba. Y cuando abrí la puerta y entré caí en la cuenta de que por los menos unas diez personas estaba fumando en un ambiente de 3 X 3. Luego de pasar la niebla parisina, intenté hablar con alguien a cargo, cosa que fue inútil, porque aparentemente estaban con un testigo clave.
Ya eran cerca de las 6 de la mañana, y tomé una decisión: Escapar de la ley.
Si, como entré, salí, no sin antes y vaya a saber porque manotear un pastelito de membrillo de una señora que, se ve que le habían sobrado del festival, los repartía entre los testigos. Y como el asesino, sólo que sin estar en pedo, me fui a dormir al auto.
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