domingo, 16 de marzo de 2008

Y un día vi la luz...

Si, si, resulta que un día vi la luz, casi sin buscarla, sin desearlo, sin darme cuenta.
Ahí estaba yo, esperando el resultado de un examen de matemáticas.
Los números pasaban por mi mente como en una ruleta de casino. No voy a decir que estaba tranquilo como siempre, pero me sentía confiado, y tenía mis motivos. Una semana de "particular" de matemáticas, y la profesora que me enseñaba que me decía: A vos lo único que te falta es práctica.
Cómo 300 ejercicios hice, "una barbaridad" diría el "Bambino" Veira. Y llegó el momento y allá fui, medio confiado, medio resuelto, medio optimista, medio cagado.
Pero, tipo con suerte si los hay, cuando entregué la hoja, respiré tranquilo por haber dejado todo en el papel; dejé borrones a montones, dejé resultados sacados de mi galera gris como conejos.
Y el resultado llegó y era como esperaba, había aprobado, pero mi sorpresa fue grande al ver un 10. Ahí nomás, salí corriendo, agarré la bici y disparé a casa.
Luego de las felicitaciones correspondientes, no tuve mejor idea que ir a avisarle a mi profesora de particular, María Dolores (ex maestra de la primaria también).
Ya media tarde o tarde-noche (diría Santo), pero yo sabía que María Dolores todavía estaba dando clases. En ese entonces yo tenía una bici de media carrera que le dicen, comprada a un chatarrero. De color rojo furioso, sacada de una plaza de toros; tenía cambios, que no andaban. Pero me daban una facha bárbara. Yo la había arreglado un poco, y había intentado arreglar los cambios sin suerte. Supe que mi futuro no era ser bicicletero.
Y llegué al fin a la casa en donde María Dolores daba particular, una casita tipo alpina, pintada de verde oscuro y blanco. Parecía sacada de un cuento, pero de noche era de un cuento de terror.
Entre con el pecho inflado y cara sonriente, casi pavoneandome entre el resto de los alumnos que todavía estaban. Me paré frente a María Dolores y le mostré la prueba; como chico con juguete nuevo estaba. Me felicitaron nuevamente y me fui contento para casa.
Por que no me quedé a brindar? Por que no me volví por otra calle para conocer? Por que soy desatento a veces?
Salí, agarré la bici y me volví por una de las calles principales (doble mano). Ya era de noche, tipo 20.30 calculo. La cuestión es que venía pedal y pedal y encima sin manos y medio que me desvié a la mano contraria. Estaba feliz, contento, miraba el cielo. Por que carajo miraba el cielo si no llovía?
Y de pronto me penduló la neurona y click! Me agarré al manubrio, miré la calle y seguí rumbo casa. Bueno eso intenté, pero justo que me agarró al manubrio, no había avanzado dos cuadras y ahí sí, empecé a ver la luz. Media difusa, como lejana, en el horizonte de la noche. Las luces de la calle me impedían ver con claridad (vaya paradoja) el origen de "esa luz". Esa luz que era lejana, cambiaba a cada instante como de un lado a otro. Luz movediza pensé, como la piedra de Tandil.
La cuestión era que como estaba mirando la luz, sin querer me había cambiado de carril en la calle. Y la luz seguía moviéndose de un lado a otro, cosa que ya me ponía nervioso. Entonces lo supe, como una verdad universal, como un mandamiento; era una moto.
Pero ahí no termina la cosa, la moto en cuestión no venía por su carril, y yo no venía por el mío!!
Y que hice... yo que tampoco venía en mi carril, me pasé al mío. La luz se acercaba y a gran velocidad, tanta que no pude evitar, ni frenar, ni desviarme aunque lo intenté, que en el momento final solo atiné a enfrentar mi destino.
Me estrolé con la moto. Les cuento que la vi la luz, si, la del faro de la moto, una Zanella 200 creo, de esas viejas, pesadas y que son todo metal. Nada de los plastiquitos pedorros de hoy día. Que pesada que era... lo sé porque la choqué de frente.
Recuerdo que me sentí como Julio Bocca, volé por encima de la moto con una gracia terrible, gracias a la cual no me lastimé. Bueno, no me lastimé tanto. La bici si.
Gracias a mis reflejos felinos logré apoyar las manos antes que la cara, pero las rodillas si me dieron contra el asfalto y como en ese entonces llevaba unos jeans gruesos, casi que no me raspé. Solo unos rasguños, y después de chocar de frente con una moto! Que feliz estaba, pero me tenía que poner de pie y ahí me sentí como un muñeco crash dummies. Y para que me pare? Me hubiera quedado muertito ahí; pero no el tipo se paró y al humo se me vino el flaco de la moto. Mientras de reojo miraba como de la motocicleta salía un líquido negro que se esparcía como una sustancia extraterrestre en una peli de terror clase B. Le había roto el tanque de aceite, y algo más seguro. La calentura del flaco era terrible. Me largó una serie de puteadas a modo de rosario y casi casi, pero casi casi me caga a trompadas.
En el apuro, no me importó el dolor corporal y agarré la bici y me fui para mi casa. Bueno, eso intenté, porque como estaba más preocupado por mi integridad física que por mi medio de transporte, no me di cuenta de que las rueda delantera no giraba, y era porque tenía forma de 8. Una cosa muy linda para un diseño vanguardista digno de la Escuela Bauhaus.
Así que diciendo que me encontraba en perfecto estado, agarré la bicicleta media carrera o media bicicleta como me había quedado, y me fui a casa. Como una hora tarde en llegar, entre mi dolor en todo el cuerpo y el 8 en la rueda de la bici, parecía que no llegaba más. Pero llegué y al entrar a casa, como me había inculcado de chiquito dije la verdad. Choque.

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