lunes, 24 de marzo de 2008

En el bando equivocado

Ford o Chevrolet, Dulce o Salado, Café o Té, Azules o Colorados, Unitarios o Federales. Siempre hay como que elegir un bando, o eso nos hacen creer. Y la cuestión acá es que no tuve elección, quizás por mi edad, quizás por el destino, quizás por la suerte que le toca a uno. En realidad fue por mi maestra.
Estaba en 3º grado y se acercaban las Invasiones Inglesas, y en la escuela se estaba organizando un acto por el tema; un acto con mayúsculas para la ocasión, en donde participarían muchos "alumnos extras" y habría muchas representaciones de la fecha histórica.
Nadie en el aula sabía cuando, pero llegó al final el día y nos avisaron que se necesitaban voluntarios, y ahí me anoté "a la voz de aura" y contento como perro con dos colas. Me dieron el papel y las cosas que necesitaba para representarlo. Cuando llegué a casa emocionado conté la increíble noticia.
-Voy a actuar en la escuela! casi grité.
-Y de qué pregunta mi madre.
-De inglés (ni letra para decir tenía).
Y ahí noté como la primer sonrisa de mi vieja se transformaba en una mueca que más tarde aprendí a descifrar. Pero no aflojé, y con el apoyo familiar me armé con el "traje inglés". Unos calzoncillos largos de frisa fueron los pantalones; unas botas de lluvia de plastigoma y luego pintadas de negro creo que con témpera, fuerton las botas de montar; la chaquetilla del uniforme era de cartón pintado rojo y negro la igual que el gorro, que hasta una piola tenía que me pasaba por debajo del mentón; abajo de la pechera tenía una camiseta roja y para rematar mi viejo me había armado un fusil de madera con bayoneta y todo. Un producción digna de Hollywood.
Ensayamos como 5 veces antes del día del acto, todos contentos y entusiasmados. Hasta que llego el día y allá fui, con mis primeros nervios por enfrentar el escenario y las manos sudorosas. Me cambié con ayuda de mis padres, me acomodé en silencio con el resto del ejército inglés y esperé la tan ansiada orden de la maestra.
Entren ahora!!
Y erámos como 30 que entramos a grito pelado a enfrentarnos en batalla con otros 30 del otro lado. Al tercer paso que hice, me mata un criollo, y caigo al piso. Me hice el muerto gritando de Agh! (improvisé). No pasaron ni 10 segundos y alguien ya me arrastraba fuera del escenario. Contento y lleno de tierra, porque el escenario era de madera, fui con mis viejos que me estaban esperando y volví a ver esa mueca en la cara de mi mamá. El fusil con bayoneta no lo usé ese día.

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